Autor: Teresa Rodriguez Martín.
Valorar un producto hecho por otra persona nunca ha sido nada fácil. A los docentes hasta no hace mucho se nos había simplificado la tarea ya que principalmente nuestro trabajo evaluador consistía en comparar lo reproducido por los alumnos con los contenidos de un libro de texto o la solución generalmente cerrada a una serie de problemas.
La educación en competencias complica en gran medida la tarea de evaluación.
Evaluar por competencias cambia el paradigma de la evaluación, que ya no es el momento final del proceso educativo sino que pasa a ser parte integrada del proceso de enseñanza – aprendizaje dando lugar a tres elementos inseparables e interrelacionados, y así la evaluación servirá para saber tanto a los docentes como a los alumnos en qué momento del proceso se encuentra y qué aspecto necesita mejorar o modificar.
Las competencias que un alumno posee se manifiestan a través de las tareas que realiza en una situación concreta, por tanto si observamos las acciones que lleva a cabo para avanzar en esa situación podremos evaluar su competencia. Para ello se deben diseñar situaciones que lleven a la elaboración de un producto final y así el alumno podrá demostrar con evidencias que realiza eficazmente las tareas de la competencia requerida.
Expresado de este modo parece algo obvio y sencillo, pero nada más lejos de la realidad educativa. Las competencias se desarrollan a lo largo de toda la vida y nuestros alumnos están comenzando a ser competentes por lo que en el contexto escolar no resulta tan fácil la evaluación de competencias y lo que tenemos que hacer es conseguir información para conocer el nivel de adquisición de las mismas.
Además, cada competencia tiene tres dimensiones: cognitiva, instrumental y actitudinal y por lo tanto al evaluarlas tenemos que tener presentes los conocimientos que implican, las destrezas que van a desarrollar y las actitudes de los alumnos en relación con esa competencia.
Evaluar por competencias por lo tanto consistirá en establecer el nivel de adquisición que posee cada alumno en un momento determinado.
Este nivel competencial, grado de dominio o nivel de desempeño debe ser escalado en función de la adquisición de los elementos que suponen cada grado, para ello existen las rúbricas de evaluación en las que se reflejan los indicadores para cada uno de los grados.
Duro trabajo ¿verdad? Sobre todo teniendo en cuenta que nuestra labor educativa no se limita únicamente a observar y evaluar a nuestros alumnos. Este tipo de evaluación pretende ser tan exhaustiva y objetiva que casi no da lugar a la subjetividad docente y por lo tanto no cabe duda sobre el nivel o grado competencial de nuestros alumnos.
Adjunto el enlace a dos videos realizados por Jesús Fresno Núñez en los que explica de modo pormenorizado el proceso de elaboración de las tablas de evaluación por competencias que todos deberíamos utilizar.
https://www.youtube.com/watch?v=b820Th8anQA
https://www.youtube.com/watch?v=80DgxQe-7u0
https://www.youtube.com/watch?v=fmucRn9hR4k
Realmente mi propuesta es mucho más sencilla que todo esto. Únicamente, que no es poco, tendremos que establecer un buen perfil de área, es decir, seleccionar los estándares de aprendizaje evaluables del área que nos ocupe en cada caso y darle un valor ponderado o proporcional a cada uno de ellos. El perfil de área nos queda relacionado con las competencias clave ya que en nuestra programación habían quedado reflejadas las competencias que se trabajaban principalmente en cada criterio de evaluación y por ende en los estándares que lo concretan.
Obtendremos así el perfil competencial de cada competencia, valorando los estándares de aprendizaje evaluables de cada asignatura y nivel que inciden o se relacionan con una competencia determinada.