Autora: Carlos Marcos Sanchez.
La Comisión Europea acaba de mostrar unos datos a tener muy en cuenta de cara al futuro y es que la media de edad de nuestra sociedad es cada vez mayor, indicándonos que en 2025 más de un 20% de la población será mayor de 65 años. A esto tenemos que añadir que la esperanza de vida es también mayor y que los casos de enfermedades asociadas al envejecimiento son cada vez más visibles.
En el 400 a.C., Hipócrates dijo que el ejercicio es la mejor medicina del hombre, y parece complicado creer que haya muchos científicos, médicos e investigadores que actualmente sigan pensando lo mismo y así lo manifiesten diariamente, pero lo cierto es que el mensaje que ya nos adelantó Hipócrates se ha perdido con el tiempo y somos una sociedad cada vez más sedentaria.
Los beneficios que aporta el ejercicio en los sistemas como el endocrino o el cardiovascular son de sobra conocidos, no decimos nada nuevo si mencionamos que en enfermedades como la diabetes la actividad física es parte del tratamiento para su mejora. Pero hoy quiero incidir en el deterioro del sistema nervioso, el cual no se asocia tanto a la falta de práctica del ejercicio físico, aunque en muchos casos este razonamiento se ve impulsado por el desconocimiento de este sistema entre nuestra sociedad y por su complejidad.
Palabras como Parkinson o Alzheimer son algunas de las enfermedades neurodegenerativas que cada día sufren más nuestros ancianos. Un estudio llevado a cabo durante 12 años que evaluó a más de 30.000 personas observó que las personas que tenían unos niveles medios-altos de actividad física disminuía en casi un 40% el riesgo de padecer deterioro cognitivo que las personas sedentarias analizadas. Además, aquellas personas que al menos siguiesen las recomendaciones sobre actividad física que la Organización Mundial de la Salud (OMS) propone de unos 20-25 minutos de actividad física diaria moderada o intensa, reducían también en un 40% el riesgo de sufrir Alzheimer.
Otra información que me sorprendió y que quiero poner sobre la mesa es si somos conscientes de lo frágiles que somos en lo que a inmunidad se refiere. Respecto al análisis de la fragilidad, siempre hemos pensado que aumenta paralelamente a nuestra edad, pero ante personas deportistas no es del todo cierto. Un estudio analizó más de 100 ciclistas con edades entre los 55 y los 80 años y, pese a concluir que la grasa corporal y el colesterol era muy inferior a personas sedentarias décadas más jóvenes, también sacó a la luz que un órgano llamado timo, que es en encargado de la producción de células inmunitarias (Linfocitos T), comienza a disminuir su tamaño cuando la persona sobrepasa los 20 años y al reducir su tamaño, reduce también la producción de linfocitos. Sin embargo, en los ciclistas analizados el timo producía cantidades similares las de una persona mucho más joven. Además, se comprobó que si en la juventud fuiste sedentario pero aumentabas tus niveles de actividad física antes de los 65 años, conseguías reducir el riesgo de insuficiencia cardiaca futura.
Por lo tanto, mantener unos óptimos niveles de actividad física diaria disminuye el riesgo de sufrir las consecuencias del envejecimiento a nivel cerebral, así como las posibilidades de padecer deterioro cognitivo y enfermedades neurodegenerativas y produce una fragilidad menor a nivel motor, así como mejores índices cardiovasculares.
Por ello, debemos considerar como una apuesta firme ante nuestra sociedad actual la “receta deportiva” como ayuda a combatir las distintas enfermedades que padecemos, pues es cierto que el deporte no lo cura todo, pero sí predispone al cuerpo a que su inmunidad aumente.