Autora: Cristina Azahara Garcia Peña.
Ya todos sabemos que desde marzo de 2020 nuestra vida cambió en muchos aspectos y el social es uno de ellos. Esto implica que nuestra comunicación social y laboral se basa principalmente en plataformas de entorno virtual como las videollamadas, afectando a nuestra expresión verbal.
El cambio más fundamental que se sigue produciendo por esta comunicación virtual es que intentamos ser directos y perdemos atención a los detalles. En el aspecto de resumir e “ir al grano” es posible que hayamos ganado en síntesis y concreción, sin perdernos en detalles; sin embargo, en cuestión de formalidad y profundización en un tema hemos olvidado lo que era antes. Me estoy refiriendo a que, por supuesto no es lo mismo hablar con alguien en persona que a través de una pantalla, esto lo sabemos perfectamente.
Claramente, el contacto personal aún se sigue produciendo en contextos controlados, pero este viene condicionado por las mascarillas, que restan expresividad. Si hay confianza o en un bar podemos quitárnosla manteniendo distancia, aunque no el tiempo suficiente para olvidar que la situación requiere ser concretos.
En definitiva, el lenguaje oral siempre viene condicionado por la situación y la relación con el interlocutor. A pesar de ello, tenemos que hacer un esfuerzo por salvar esas barreras y seguir con nuestro lenguaje “normalizado”, con o sin rodeos, pero sin tratar únicamente el tema que nos ocupa sino llegando también a otros lugares interesantes que en un primer momento no eran relevantes. Esto es lo que hace en ocasiones que una conversación derive en otra que puede aportar información que no parecía esencial y que finalmente le aporta más realismo al acto comunicativo.
Hablando sin rodeos, me refiero a los detalles que surgen tras expresiones del tipo “por cierto al final…”, “además…”, “también quería comentarte…”. Gracias a ellas, tomamos desvíos conversacionales que aportan personalidad y son espontáneos como lo suele ser la oralidad en la mayoría de los contextos.
A nivel académico que es siempre más formal y hablamos cuidando nuestras expresiones e intervenciones, podemos acostumbrarnos a la interacción online que se combina con la presencial. La adecuación viene dada por el hecho de saber adaptarse tanto al oyente como a la situación comunicativa, pero el mensaje además de claro y directo puede añadir elementos de nuestra personalidad dentro de unos límites. Me estoy refiriendo más que nada a los ejemplos que se nos puedan ocurrir o a las intervenciones personales del tipo, “en mi caso…” o “a mí una vez me sucedió que…” Dejando a un lado la vergüenza que nos pueda dar, eso es lo propio del lenguaje oral, es decir, la improvisación y los desvíos en la trama del diálogo.
Si es el caso de una intervención grupal, siempre que nos atrevamos deberíamos aportar naturalidad a nuestra intervención para que no se pierda la expresividad del mensaje.
Sé que todo depende del caso, pero la normalidad se construye de la improvisación y la personalidad en un entorno natural. Podemos integrar las videollamadas a la normalidad como lo hacíamos antes e intentar que nuestra expresión no se vea afectada por una pantalla o una mascarilla.