Autora: Inés Olivera Crego.
Para los alemanes, a mediados de septiembre comenzaba el mes de la separación (Scheiding), la separación, el adiós al verano, a los días largos, la cosecha… Realmente, comenzar un nuevo curso escolar, un nuevo ciclo, conlleva decir adiós al ciclo anterior. Para sobrellevar mejor esos cambios, los medios de comunicación nos anuncian los “adaptógenos” sustancias maravillosas que nos ayuda a adaptarnos mejor al cambio, a ser más “resilientes”. ¿Qué hay de cierto en todo esto? ¿Funcionan de verdad?
El año pasado os presenté en enero el adaptógeno más castizo, el romero, la planta que nos ayuda a “despertarnos” después del letargo del invierno y que además ayuda al hígado a deshacerse de las grasas acumuladas en las navidades.
Sin embargo, la planta que más se ha estudiado y con más fama en eso de regular los niveles de estrés y ansiedad es el Gingseng coreano, así, el eleuterococo se conoce como el gingseng siberiano, la rodiola como el gingseng nórdico y el Astrágalo como el chino. Seguro que también habéis oído hablar de la raíz de maca, con la misma función, pero que nos llega desde los Andes.
En general, funcionan regulando los niveles de hormonas que producimos de manera natural y principalmente dos: la serotonina, u hormona de la felicidad y el cortisol, la hormona del estrés. Las hormonas funcionan como los mensajes a un grupo de whassapp, cuando nuestro cuerpo quiere informar a muchas células de la situación general, envía este tipo de señales que suelen tardar en “ser leídas” por todos los receptores, pero suele tener un efecto a más largo plazo. En situaciones de cambio, necesitamos energía, lo que se consigue con más riego sanguíneo y para lograrlo, nuestras glándulas suprarrenales van a producir y liberar cortisol que regula el uso de glúcidos y grasas. Además, tiene efectos antiinflamatorios, es decir, funciona como el paracetamol o el ibuprofeno, reduciendo el dolor y la inflamación. Eso sí, cuando el cortisol baja, nuestra resistencia a la inflamación también baja, por eso es común ponerse malos después de un periodo de estrés intenso.
En el otro extremo, tenemos la serotonina, funciona como hormona, neuromodulador y neurotransmisor, es decir mensajero de neurona a neurona y a muchas células a la vez. Tiene un efecto vasocontrictor, es decir, reduce el flujo de sangre, regula otras hormonas, como la del crecimiento, a lo que contribuye también promoviendo la división celular y regulando el sueño. ¿No se os altera el sueño con los cambios? ¿Qué podemos hacer?
En general los “gingseng” actúan reduciendo los niveles de cortisol, yo os voy a proponer que actuéis sobre la serotonina, ¿cómo conseguir más? Nos vamos a sus precursores, a las sustancias necesarias para producirla, y en este caso, un aminoácido, el triptófano, que además, curiosamente, también se necesita para producir la melatonina, la hormona del sueño. Así, sobre todo en la cena, para reforzar la acción de la melatonina, incluid huevos, leche, queso, cereales integrales, dátiles, semillas de sésamo, de girasol, de calabaza, almendras, carne… y mis favoritos: plátanos y chocolate, con los que volver a la rutina no es tan duro 😉 Si elegís el chocolate negro y dais un paseo de 20 o 30 minutos, no supondrá un exceso de calorías, ni aumentará el precio de vuestra cesta de la compra.
Para continuar con un plan tan sabroso, o mejor, para comenzar una cena sabrosa que os ayude con el cambio… os propongo que probéis a hacer una sopa de miso.
El miso es una pasta de cereales y soja fermentada y salada que aporta todos los principios inmediatos que necesitamos: glúcidos, lípidos y proteínas, pero con la ventaja de que al ser fermentada tiene también enzimas que los van a hacer más digeribles. Estos enzimas los aportan los microorganimos que han digerido la soja, tradicionalmente el hongo kogi, del género Aspergillus. ¿Cómo preparar la sopa?
A mí me gusta sofreír un poco de puerro y alguna otra verdura que haya en la nevera. Cuando todavía está crujiente, añado un litro agua o caldo de verduras y dejo hervir unos minutines. En este momento, aprovecho para añadir algas, tofu o soja texturizada si quiero más proteínas. Cuando las verduras están al dente, apago el fuego y separo en un vasoun cazo del caldo, donde disuelvo una cucharada sopera de pasta miso o dos si quiero una sopa más sabrosa. Una vez disuelto, se añade a la cazuela general, se mezcla y se sirve. Si le falta sal o ha quedado muy suave, se puede condimentar con salsa de soja.
Hay muchos tipos de miso, porque además de la soja, se emplean cereales como trigo y arroz, que se dejan fermentar de uno a tres años. El sabor de cada una de estas sopas cambia mucho así que experimenta sin preocupaciones, sólo hay que tener una pequeña precaución, como el miso tiene enzimas, no es bueno que hierva.
Hasta la próxima, que será dentro de poco… disfrutad y naturalmente, sed felices.
Fotos: Pixabay.