HIPER PROTECCIONISMO

04 diciembre 2017 1

Autora: Maria Jose Daniel Huerta.

La sociedad ha cambiado enormemente en los últimos cuarenta años. Sin embargo, no toda evolución revierte de forma positiva. Este artículo tiene su causa en un cambio que creemos no ser del todo beneficioso para los niños: el exceso de protección.

¿Cuántas veces hemos escuchado que “los niños de hoy lo tienen todo”? Seguro que muchas veces. Y, en principio, ello no tiene porqué ser perjudicial, al contrario, mejor no pasar necesidades materiales que volver a los años de escasez y penuria que vivieron la mayoría de los españoles durante gran parte del siglo pasado. Lo que sí parece preocupante es lo que subyace tras exclamaciones del tipo: los niños “son los que mandan”, “no valoran lo que tienen”, “han perdido el espíritu del esfuerzo”, “no tienen normas”, “les falta iniciativa”, “hay que poner límites a su actitud”, “no aprenden valores”…

Lo cierto es que los más pequeños no lo tienen fácil hoy en día. En la actualidad disponen de tantos recursos y posibilidades que, a la mayoría no les sacan ningún provecho, mientras que otras las utilizan con tanta profusión, y sin límites, que no tienen tiempo de centrarse en nada más. Los adultos somos quienes debemos guiar la actividad de los menores, pues no solo estamos para facilitarles el crecimiento y todo lo material. Está muy bien que los padres intenten que no les falte de nada a sus hijos, pero no se trata únicamente de eso, la crianza de los menores supone algo más.

La sana intención de hacerles la vida más sencilla no deja visualizar lo que efectivamente estamos desencadenando, los efectos de esta sociedad “ultraconsumista”. En nuestra opinión, no somos conscientes de que obstaculizamos el desarrollo personal de los niños, es decir, levantamos involuntariamente barreras que limitarán su trayectoria adulta. El resultado final es alarmante, ya que creamos niños muy protegidos que no desarrollan plenamente su personalidad, menores muy vulnerables. Basta con detenerse cada mañana frente a un colegio para observar que es usual que los padres carguen con las mochilas hasta llegar a la misma puerta del centro. Hay padres que se quejan del reconocimiento que otorgan los docentes a los niños que trabajan, porque el hecho puede traumatizar a los demás; otros solicitan los deberes por los grupos de whatsapp cuando el niño no ha tomado nota; tampoco faltan los que intervienen inmediatamente en las riñas entre niños o adolescentes sin tener en cuenta que estos roces generalmente los resuelven mejor ellos mismos, pues el adulto en la mayoría de las ocasiones entorpece y provoca la disputa con otros iguales, lo que termina agravando el conflicto.

A los niños de hoy se les exigen pocas responsabilidades. El abuso del proteccionismo crea seres04 diciembre 2017 2 humanos indecisos, poco resolutivos, faltos de responsabilidad y abocados al fracaso en muchos aspectos de la vida. El proceder sin esfuerzo, sin valores, conlleva incapacidad para afrontar simples problemas cotidianos. Incluso ante la frustración de lo que el niño no es capaz hacer o conseguir aparecen actitudes agresivas o de abandono, en vez de superación.

Algunos autores, como la periodista y escritora Eva Millet, critican esta postura paternalista y dejan entrever que obedece a un posicionamiento egoísta de los padres. Así, en su libro titulado Hiperpaternidad, refleja que en la carrera por conseguir “súper hijos” no se respeta su infancia, y se observa que hay pequeños que después de caer no se levantan porque esperan que alguien les ayude. Esto comienza a verse como un verdadero problema que está generando debate en torno a la educación, puesto que la exageración proteccionista inhibe el instinto de “supervivencia”, lo que reporta niños débiles y carentes de autonomía y autoestima.

Los niños del siglo XXI casi no pueden elegir qué hacer, qué tener o con qué jugar, parece que no pueden equivocarse y aprender de sus propios errores, se encuentran supeditados a desenvolverse en una sociedad que viene “impuesta” por la corriente adulta. Esta es la realidad, y son los mayores quienes deben sentirse responsables de ella. A menudo son los progenitores los que compiten entre ellos por demostrar que su hijo es el mejor; son quienes les atiborran de juguetes, de ropa, etc., por el simple hecho de tener más; son los que no aguantan una crítica a la actitud del niño; son quienes ven en sus hijos un Cristiano Ronaldo, un Messi, un Mark Zuckerberg, un Rafa Nadal, una Garbiñe Muguruza, un Marc Márquez, un Yustin Bieber, una Rihana, un Bisbal o una Penélope Cruz en potencia, sin reparar en las verdaderas capacidades del menor.

Pero ahora los lamentos están de sobra. Debiéramos modificar nuestra actitud y esperar a que los menores soliciten nuestra ayuda ante las adversidades, y no anticiparles la solución hasta que conozcan el porqué del problema. Ahora sí, ya podemos interactuar con ellos para ayudarles en la búsqueda de la forma de solventarlo. Ocurre a menudo que, sin darnos cuenta, los anulamos, los sometemos a nuestras convicciones y no somo capaces ofrecerles otros puntos de vista distintos para que ellos mismos decidan.

Es importante asistir a los niños en el proceso de consolidación de su carácter y en el desarrollo de su personalidad. Hay que prepararlos para que se habrán camino en la sociedad, para que encuentren su sitio en ella y el infortunio no los frene en sus anhelos. No obstante, esto no significa darle los problemas resueltos sin más, tenemos que ser capaces de dotarlos de las herramientas suficientes y de las estrategias necesarias para que después de una caída se levanten solos. Esto no es sinónimo de abandono ni desprotección. Lo ideal es situar a niños y adolescentes frente a lo real, un escenario repleto de cosas buenas y malas, de conflicto y concordia, de llanto y alegría, de involución y progreso, donde los menores sean competentes para valorar, comparar y elegir la mejor opción posible en su momento. Esta disposición para afrontar adversidades supone crear personas emprendedoras, que no rehúyen el esfuerzo, luchadoras, valientes ante el sufrimiento, resilientes y resolutos, personas autónomas pero interdependientes dentro de la sociedad. En definitiva, generar seres humanos que disfruten de su aprendizaje creciendo, que no se detengan ante la desdicha, que la aborden, que experimenten distintas soluciones, que compitan entre ellos cayendo y levantándose por sí solos, riendo y llorando juntos.

Los efectos de la desmesurada protección repercuten asimismo en la escuela. Maestros y profesores son cuestionados frecuentemente por padres que exigen una calificación especial para su hijo, otros que les indican qué tipo de tareas pueden realizar sus hijos en casa y algunos que les aleccionan sobre la manera de resolver conflictos en el aula. Lo normal es que los progenitores se preocupen por sus niños, y así debe ser, pero no pueden dar por cierto todo lo que sus hijos cuentan, ni tiene porqué ser verdad todo lo que les llega por boca de otros niños. Los menores son “expertos” en la manipulación de los hechos, a lo que hay que añadir que en muchas ocasiones la percepción que tienen de la realidad difiere de la misma debido a que les falta experiencia vital, cosa que los mayores debiéramos tener siempre muy presente.

Para ilustrar la situación actual nos parece interesante comentar una anécdota que para muchos no será desconocida, incluso la habrán soportado. Se trata del acontecimiento que le ocurrió a la profesora Rosa Elvira y que ella misma ha relatado: un alumno de diecinueve años se puso a llorar en clase desconsoladamente tras haber suspendido un examen, por lo que la profesora le dijo que no montase un espectáculo. Ante el hecho, la madre del alumno acudió a hablar con la profesora para comunicarle que había humillado a su hijo, a lo que la docente 04 diciembre 2017 3respondió que era ella, su madre, quien lo estaba humillando.

Sin entrar a enjuiciar las palabras de la profesora, si fueron o no las oportunas, está claro que en este supuesto hay un problema: un alumno ha suspendido un examen. Pero en lugar de centrarse en la raíz del asunto, es decir, en valorar los motivos del suspenso: si se ha estudiado suficiente, si el estudio ha sido eficaz, si se ha bloqueado durante el examen o no ha comprendido los enunciados…, la madre se detuvo en lo superficial y descargó su rabia e impotencia contra la profesora porque su hijo se sentía mal, a su parecer, por el comentario que esta realizó. En esta tesitura, ¿dónde queda el sufrimiento por el examen suspendido? ¿Trataba el alumno con sus lágrimas de “tocar” la vena sensible de la profesora para mejorar su calificación?

Esta y otras reacciones de los padres demuestran una perturbación de los valores. En este caso lo importante ya no era suspender o aprobar el examen, sino la crítica más o menos acertada que se le hizo al hijo. Los padres de hoy se muestran a la defensiva, no admiten que todos nos equivocamos, no asimilan el sufrimiento de los hijos, no entienden que el error, la angustia, el dolor o los malos resultados son parte del aprendizaje del ser humano, intrínsecos al crecimiento. Los adultos no pueden únicamente fijar su atención en la búsqueda de los culpables de la falsa infelicidad de sus hijos. Tenemos que pensar que muchos de los “padecimientos” –no situaciones traumáticas– que en tiempos pretéritos sufrimos los niños, sirvieron para nuestro aprendizaje, nos hicieron más fuertes, más solventes, más espabilados.

Lo esencial es sacar provecho de toda actividad, ya sea más o menos positiva. Las comodidades, per se, son beneficiosas, pero hay que saber dejarlas a un lado cuando tratamos de enseñar, todo tiene su tiempo. Los niños tienen que aprender a confiar en sí mismos, a reflexionar, a aceptar que las cosas no siempre son justas, a esforzarse en la consecución de lo que quieren, a no rendirse con facilidad, de nada sirve perder el tiempo en lamentos. Tienen que ver la ayuda del adulto no como la primera opción ante la frustración, sino como un comodín esperanzador al que acudan cuando hayan intentado muchas soluciones y no encuentren la buena.

            Es evidente que los miedos y la percepción de los mayores condicionan la crianza y, por tanto, el desarrollo de nuestros niños. Son muchas las ocasiones en las que los adultos nos preocupamos por cosas que los menores ni siquiera sienten. Tendemos a magnificar ciertas situaciones, a angustiarnos por circunstancias que ellos no sufren porque no las perciben ¿por qué puede ser? Quizá, en algunos casos, esté por medio el sentido de culpabilidad por algún motivo.

            Si no cambiamos nuestra forma de actuar la herencia que vamos a dejar a los más jóvenes no será buena, pues estamos alimentando niños débiles, con poco iniciativa y con poca capacidad de resiliencia (capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas o problemas cotidianos). No debemos anticiparnos a sus necesidades, entre otras cosas porque a veces no son tal para ellos.

¡De esto no tienen la culpa los niños!

7 Mayo 2021 1
Sapere audae (atrévete a pensar)

LA EDUCACIÓN SEMIPRESENCIAL A DEBATE

LA EDUCACIÓN SEMIPRESENCIAL A DEBATE.

Autora: Maria Jose Daniel Huerta.

 

El curso pasado tuvo que clausurarse trabajando a distancia en la mayor parte de nuestro país. La realidad es que la COVID-19 ha generado una evidente revolución en todos los ámbitos sociales. Particularmente en el educativo, en especial al sector docente, le ha obligado a modificar su modo de trabajar para hacer compatible la enseñanza con las medidas sanitarias requeridas.

Cierto es que, tras el periodo estival, las comunidades autónomas afrontaron el inicio del curso actual (2020/2021) debatiendo, sobre todo para la etapa de secundaria, cuál sería la forma de enseñanza más acertada ante el panorama abundante de incertidumbres que se presentaba. Se barajaron distintas opciones, entre ellas la enseñanza semipresencial, alternativa que generaba muchas dudas, dado que las referencias que se tenían de cómo había funcionado la enseñanza online efectuada durante el confinamiento no eran altamente fiables, pues hay que reconocer que los resultados académicos reales fueron enmascarados. Por un lado, las dificultades de algunos alumnos y profesores con el manejo de las tecnologías y los fallos de las líneas de comunicación provocaron que el profesorado no fuese rigurosamente estricto en la evaluación; por otro lado, la “excesiva” ayuda con la que contaron muchos alumnos, brindada por sus familiares, en la realización de las tareas educativas, hicieron que desconozcamos los verdaderos niveles académicos conseguidos. 

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1 abril 2021 1
Sapere audae (atrévete a pensar)

EDUCACIÓN EMOCIONAL EN LA ESCUELA

EDUCACIÓN EMOCIONAL EN LA ESCUELA.

Autora: Maria Jose Daniel Huerta.

 

Con anterioridad a la pandemia ya se hablaba de la importancia de la educación emocional en los niños, incluso, en algún momento, se barajó la posibilidad de introducirla en el currículo escolar para enriquecer las competencias socioemocionales con la intención de beneficiar el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Actualmente, la indeseada presencia de la COVID-19 ha causado gran impacto a nivel psicológico en todos los sectores de la población. Según el informe Promoción del bienestar socioemocional de los niños y los jóvenes durante la crisis (2020) de la Unesco, la falta de socialización, la pérdida de allegados, la clausura de los colegios prolongada más allá de tres meses, las difíciles situaciones por las que han pasado algunas familias tras perderse muchos puestos de trabajo, la imposibilidad de salir a la calle todo lo que se quiere, etc., ha generado respuestas emocionales negativas como: estrés, ansiedad, incertidumbre, temor…, en niños y en personas adultas. Esta sucesión de acontecimientos ha llevado a que, a nivel internacional, se apueste por trabajar las habilidades socioemocionales en toda la comunidad educativa sin exclusión, concerniendo tanto a profesores como alumnos y familias.

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1 Febrero 2021 2
Sapere audae (atrévete a pensar)

¿DÓNDE ESTA LA BRECHA DIGITAL?

¿DÓNDE ESTA LA BRECHA DIGITAL?.

Autora: Maria Jose Daniel Huerta.

 

El confinamiento ordenado por el Gobierno el mes de marzo del año pasado provocó que los alumnos y el profesorado realizaran gran parte del curso 2019/2020 a distancia, usando las tecnologías. Mucho se ha hablado desde entonces de la brecha digital. Es un asunto de gran importancia, las Tecnologías de la Información y de la Comunicación son fundamentales para la sociedad actual, acercan la información a los lugares más remotos, favorecen la comunicación ciudadana y ofrecen infinitas posibilidades de acción a nivel laboral.     

Es evidente que el proceso de digitalización no se está ejecutando de forma igualitaria por todo el mundo, los recursos, las prioridades y los intereses marcan las variadas políticas seguidas por cada país. Según el Instituto Nacional de Estadística, algo más del 90% de los hogares de España goza de acceso a Internet. Por tanto, y sin despreciar ese casi 10% de familias que no disfrutan de este acceso, creo que la brecha digital que afecta a los españoles incide fundamentalmente en el grado de conocimiento que cada uno posee para utilizarlas apropiadamente y sacarles el mayor fruto posible.      

 

Como profesora que trabaja en la enseñanza obligatoria y en la universitaria, he comprobado durante la pandemia que existen dificultades para manejar provechosamente las herramientas digitales que poseemos.

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