¿DÓNDE ESTÁN LAS INSTRUCCIONES DEL WHATSAPP?

08 abril 2018 1

Autora: Maria Jose Daniel Huerta.

¡Con todos ustedes!, el WhatsApp. Sí, sí, apareció, lo albergamos en nuestras casas como un miembro más de la familia. ¿Y ahora? En este momento desayunamos, trabajamos, estudiamos, comemos, nos acostamos y soñamos con él. Pocas serán, para su suerte o no, las personas que ignoran su existencia.

WhatsApp Messenger debe su nombre a la frase “What´s up?” y a la app, diminutivo de “application”, otro anglicismo.

Nos permite intercambiar mensajes, vídeos, fotografías o grabaciones de audio de forma instantánea y, además, ha multiplicado la utilización y el desarrollo de los emoticonos. Pero para ello tenemos que tener conexión a internet, necesitamos datos en nuestros terminales telefónicos para “wasapear”, es decir, nos cuesta dinero. Sin embargo, lo concebimos como un servicio gratuito, y de ahí que corrientemente lo empleemos de forma exagerada.

Cuando instalamos el WhatsApp en nuestros teléfonos, todos, aceptamos unas condiciones de uso manifestando estar de acuerdo con las mismas, aunque la mayoría no las leamos. Total, ¿para qué?

Creo que se trata de una herramienta que sabiéndola manejar puede reportar muchas ventajas, pero actualmente su uso descontrolado genera problemas. Si consultamos las actualizaciones clave y los términos del servicio de WhatsApp Messenger, podemos leer lo siguiente: Uso legal y aceptable. Debes acceder a nuestros Servicios y usarlos solo con fines legales, autorizados y aceptables. No usarás (o ayudarás a que otros usen) nuestros Servicios en formas que: (a) violen, malversen o infrinjan los derechos de WhatsApp, nuestros usuarios u otros, incluidos los derechos de privacidad, publicidad, propiedad intelectual o autor u otros derechos de propiedad; (b) sean ilegales, obscenas, difamatorias, amenazantes, intimidantes, acosadoras, agresivas, ofensivas desde el punto de vista racial o étnico, o que promuevan o fomenten conductas que serían ilegales, o de otro modo inadecuadas, incluida la promoción de delitos violentos; (c) impliquen la publicación de falsedades, declaraciones erróneas o afirmaciones engañosas; (d) se hagan pasar por otra persona; (e) impliquen el envío de comunicaciones ilegales o inadmisibles, como mensajería masiva, mensajería automática, marcado automático y metodologías similares; o (f) impliquen cualquier otro uso no personal de nuestros Servicios a menos que nosotros autoricemos lo contrario. También se indica que la edad mínima para poder hacer uso de esta aplicación es la de 13 años, o como especifica: la edad mínima requerida en tu país para tener autorización para usar nuestros Servicios sin aprobación de tus padres. Y, si continuamos leyendo, podemos comprobar esta otra advertencia: Además de tener la edad mínima requerida para usar nuestros Servicios en virtud de la ley aplicable, si no tienes la edad suficiente para poder aceptar nuestros Términos en tu país, tu padre, madre o tutor deben aceptar nuestros Términos en tu nombre.08 ABRIL 2018 2

Examinadas estas prevenciones establecidas por WhatsApp Messenger con detenimiento, me surgen dudas, y más después de haber leído en ABC que, según el Centro de Seguridad de Protégeles, en nuestro país el 76% de los menores que tienen entre 11 y 14 años consumen WhatsApp de forma habitual, ya sea desde sus propios terminales o desde el de los padres. Llegada aquí, me pregunto: ¿realmente somos conscientes de cómo utilizan los niños y adolescentes esta aplicación? ¿Nos cuestionamos en serio la repercusión que puede provocar su incorrecto manejo?

Quienes nos dedicamos al mundo de la educación, hemos de resolver a diario conflictos que surgen entre niños, adolescentes y entre ambos grupos, esto configura y ha formado parte de la tarea de los maestros y profesores toda la vida, y nadie se lleva las manos a cabeza por ello. Sin embargo, en la actualidad, muchos de esos enfrentamientos resultan por equívocos y malas prácticas que se hacen del WhatsApp. Como profesora testigo del empleo que hacen intento conciliar y aportar toda la información que puedo para concienciarlos y mejorar su utilización, pero es complicado. Muchos adultos también lo usamos de manera errónea, lo que supone un ejemplo inválido para los jóvenes, a lo que hay que añadir que es muy común que los padres no aprecien la gravedad del hecho.

WhatsApp, junto al móvil en sí, se ha convertido en el centro de nuestras vidas, no imaginamos pasar un día sin echarle un vistazo. En cualquier calle, plaza o parque cuídate de no ser atropellado por algún cliente de WhatsApp. Perdemos la conciencia sobre lo que nos rodea, caminamos, comemos, tomamos una tapa o conversamos observando el móvil. También algunos conductores padecen la misma patología… ¡qué peligro! Volviendo al tema educativo, otro aparte podría dedicar a los grupos de WhatsApp de padres, ¡uf! La desviada interpretación del mensaje fruto de las faltas de ortografía puede provocar, igualmente, malentendidos y desagradables disputas. Padres informando sobre deberes o exámenes no mandados o convocados. Niños que no anotan sus deberes porque luego sus padres los piden por el grupo de WhatsApp, o ellos mismos. Aun así, la aplicación puede resultar beneficiosa en casos justificados.

Considero, en primer lugar, que los adultos debemos hacer una profunda reflexión acerca del manejo de esta aplicación, aprender a utilizarla correctamente y saber cuándo usarla; debemos supervisar y limitar el uso a los adolescentes y enseñarles a hacerlo, es decir, ofrecerles unas pautas o instrucciones que no pueden saltarse, en cuyo caso, se debería restringir su uso. Por último, prohibir el manejo a menores de 13 años, no están preparados para percibir el peligro que entrañan las malas prácticas.

Por el ambiente en el que trabajo, lejos está por mi parte dar a entender con este artículo un ataque a alguien, una queja o una pataleta. La genuina intención es la de invitar a la reflexión. Pienso que no somos conscientes del daño que se hace con algunos comentarios, fotos o vídeos que enviamos por WhatsApp.

7 Mayo 2021 1
Sapere audae (atrévete a pensar)

LA EDUCACIÓN SEMIPRESENCIAL A DEBATE

LA EDUCACIÓN SEMIPRESENCIAL A DEBATE.

Autora: Maria Jose Daniel Huerta.

 

El curso pasado tuvo que clausurarse trabajando a distancia en la mayor parte de nuestro país. La realidad es que la COVID-19 ha generado una evidente revolución en todos los ámbitos sociales. Particularmente en el educativo, en especial al sector docente, le ha obligado a modificar su modo de trabajar para hacer compatible la enseñanza con las medidas sanitarias requeridas.

Cierto es que, tras el periodo estival, las comunidades autónomas afrontaron el inicio del curso actual (2020/2021) debatiendo, sobre todo para la etapa de secundaria, cuál sería la forma de enseñanza más acertada ante el panorama abundante de incertidumbres que se presentaba. Se barajaron distintas opciones, entre ellas la enseñanza semipresencial, alternativa que generaba muchas dudas, dado que las referencias que se tenían de cómo había funcionado la enseñanza online efectuada durante el confinamiento no eran altamente fiables, pues hay que reconocer que los resultados académicos reales fueron enmascarados. Por un lado, las dificultades de algunos alumnos y profesores con el manejo de las tecnologías y los fallos de las líneas de comunicación provocaron que el profesorado no fuese rigurosamente estricto en la evaluación; por otro lado, la “excesiva” ayuda con la que contaron muchos alumnos, brindada por sus familiares, en la realización de las tareas educativas, hicieron que desconozcamos los verdaderos niveles académicos conseguidos. 

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1 abril 2021 1
Sapere audae (atrévete a pensar)

EDUCACIÓN EMOCIONAL EN LA ESCUELA

EDUCACIÓN EMOCIONAL EN LA ESCUELA.

Autora: Maria Jose Daniel Huerta.

 

Con anterioridad a la pandemia ya se hablaba de la importancia de la educación emocional en los niños, incluso, en algún momento, se barajó la posibilidad de introducirla en el currículo escolar para enriquecer las competencias socioemocionales con la intención de beneficiar el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Actualmente, la indeseada presencia de la COVID-19 ha causado gran impacto a nivel psicológico en todos los sectores de la población. Según el informe Promoción del bienestar socioemocional de los niños y los jóvenes durante la crisis (2020) de la Unesco, la falta de socialización, la pérdida de allegados, la clausura de los colegios prolongada más allá de tres meses, las difíciles situaciones por las que han pasado algunas familias tras perderse muchos puestos de trabajo, la imposibilidad de salir a la calle todo lo que se quiere, etc., ha generado respuestas emocionales negativas como: estrés, ansiedad, incertidumbre, temor…, en niños y en personas adultas. Esta sucesión de acontecimientos ha llevado a que, a nivel internacional, se apueste por trabajar las habilidades socioemocionales en toda la comunidad educativa sin exclusión, concerniendo tanto a profesores como alumnos y familias.

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1 Febrero 2021 2
Sapere audae (atrévete a pensar)

¿DÓNDE ESTA LA BRECHA DIGITAL?

¿DÓNDE ESTA LA BRECHA DIGITAL?.

Autora: Maria Jose Daniel Huerta.

 

El confinamiento ordenado por el Gobierno el mes de marzo del año pasado provocó que los alumnos y el profesorado realizaran gran parte del curso 2019/2020 a distancia, usando las tecnologías. Mucho se ha hablado desde entonces de la brecha digital. Es un asunto de gran importancia, las Tecnologías de la Información y de la Comunicación son fundamentales para la sociedad actual, acercan la información a los lugares más remotos, favorecen la comunicación ciudadana y ofrecen infinitas posibilidades de acción a nivel laboral.     

Es evidente que el proceso de digitalización no se está ejecutando de forma igualitaria por todo el mundo, los recursos, las prioridades y los intereses marcan las variadas políticas seguidas por cada país. Según el Instituto Nacional de Estadística, algo más del 90% de los hogares de España goza de acceso a Internet. Por tanto, y sin despreciar ese casi 10% de familias que no disfrutan de este acceso, creo que la brecha digital que afecta a los españoles incide fundamentalmente en el grado de conocimiento que cada uno posee para utilizarlas apropiadamente y sacarles el mayor fruto posible.      

 

Como profesora que trabaja en la enseñanza obligatoria y en la universitaria, he comprobado durante la pandemia que existen dificultades para manejar provechosamente las herramientas digitales que poseemos.

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