Autora: Maria Jose Daniel Huerta.
La nueva Ley para la Mejora de la de la Calidad Educativa (2013) incide en la necesidad de adquirir las competencias clave para conseguir un completo desarrollo personal, social y profesional. En España las competencias básicas se introdujeron en la Ley Orgánica de Educación (2006) como un fin educativo que habría de alcanzarse en la escolarización obligatoria.
Se entiende por competencia, según la Unión Europea, el conjunto de conocimientos, destrezas y actitudes que se adecúan a diversos contextos.
Hemos de apuntar que el desarrollo de las competencias clave facilita la participación social de las personas y favorece su integración. En este sentido, la enseñanza por competencias mejora el aprendizaje de nuestros alumnos, ya que de esta forma encuentran un significado a lo que aprenden debido a que lo pueden aplicar en la vida diaria. Parece evidente que los profesores estamos convencidos de que este tipo de enseñanza es mucho más efectiva, pero, después de varios años apostando por el aprendizaje basado en competencias, nos preguntamos si hoy todos los docentes lo aplicamos en el aula, ya que no resulta fácil cambiar la metodología de enseñanza, y más aún cuando se lleva bastante tiempo en la docencia y se tienen arraigados unos principios.
Educar por competencias supone dar sentido al aprendizaje, hay que “aprender a hacer”. Según apunta el sociólogo Philippe Perrenoud, esto se debe fomentar en la escuela desde la etapa inicial, infantil, de ahí el papel activo que deberíamos jugar los profesores, sirviendo de guías para enseñar a los alumnos a resolver situaciones cotidianas. Con la intención de conseguir este objetivo, somos conscientes de que los docentes tenemos que centrar nuestra práctica educativa en una pedagogía basada en competencias y adoptar un papel facilitador para que nuestros alumnos sean capaces de resolver problemas, elegir con determinación entre diferentes opciones y elaborar sus propios proyectos.
Celso Antunes, educador brasileño, se refiere al alumno competente como aquel que es capaz de afrontar retos poniendo en práctica los conocimientos que ha adquirido en la escuela.
Doce años después de la aparición de las competencias en nuestra legislación educativa, pensamos que la mayoría de los profesores las tienen en cuenta a la hora de enseñar, o al menos queremos creerlo. Sin embargo, no estamos tan convencidos de que en el proceso de evaluación, que habitualmente se lleva a cabo, estén presentes las competencias, pues en muchas ocasiones nos seguimos encontrando con pruebas de evaluación donde hay que contestar de forma memorística, sin aplicación práctica alguna. Por ello, resulta necesario que el profesorado se forme en la enseñanza y en la evaluación por competencias, porque es fundamental «enseñar a hacer” a los alumnos para favorecer su desarrollo integral y su participación en la sociedad. Además, como docentes, tenemos que diseñar instrumentos que nos permitan valorar lo que saben hacer los escolares y concretar su nivel de logro.
Tras más de una década hablando de competencias –primero básicas y luego clave–, consideramos que aún falta camino por recorrer. En nuestra opinión, no solo hay que seguir formando al profesorado para enseñar y evaluar por competencias, sino que hay que mejorar los sistemas de evaluación para fomentar que sean formativos y aporten la información necesaria para que los alumnos puedan mejorar.