Autora: Cristina Azahara Garcia Peña.
Dicen que creer es crear y es por esto que resulta necesario tener pensamientos positivos para vivir más felices. Es lo mismo que sucede en el caso del lenguaje, ya que aquello que decimos se convierte en acción con mayor o menor positividad.
Puesto que el lenguaje es comunicación, el primer paso para ser optimistas y dar buenas sensaciones sería, en la medida de lo posible utilizar palabras amables y motivadoras. Como es obvio, no todos los mensajes que producimos pueden ser animoso y feliz ya que las situaciones no siempre lo son. Se trata sin embargo de animar al receptor de nuestros mensajes con palabras adecuadas y agradables que le hagan sentir bien para que la comunicación transcurra de la mejor manera posible.
En el campo de la educación y la enseñanza este tipo de lenguaje es esencial para conseguir motivar al alumno y que se produzca un ambiente de optimismo para trabajar con fuerza y ganas. Por supuesto que habrá momentos en los que haya dificultades o las cosas se hagan equivocadamente, pero esto no demuestra sino que hay retos para superar con nuestras palabras y que estas nos pueden ayudar a superarlas mejor.
Un discurso motivacional puede tratar sobre el trabajo en equipo o sobre cómo superar una crisis personal pero también sobre temas sociales, políticos o culturales. Un discurso inspirador o motivacional no solo es de una persona a otra/s, también puede ser de uno mismo hacia uno mismo. Y este tipo de discurso es el mejor discurso que podamos aprender, porque quizás no seamos entrenadores, ni políticos, ni profesores o psicólogos pero sí que podemos y debemos aprender a hablarnos de esta manera, de manera positiva, proactiva, visualizando como queremos que sea nuestra vida o nuestro futuro para ponerlo en práctica.
Según Luis Castellanos, el autor del libro “Educar en lenguaje positivo”, el lenguaje positivo puede transformar la educación, e insiste en el del poder transformador del lenguaje como una nueva competencia vital. Es el resultado de nuestra búsqueda de las palabras habitadas de la educación, palabras que se convierten en catalizadores de las promesas que cada niño guarda en sus sueños. También encontraremos una metodología única y herramientas útiles para aumentar el bienestar y aliviar el sufrimiento mediante una atención a las palabras más seguras.
Entonces, ¿qué palabras son las fundamentales en el caso de la educación?
Aquellas que sirvan para motivar y fortalecer al oyente sin engañar ni dar sensación de falsedad, sino para ayudar a vencer temores, que son motivo para crecer: serenidad, alegría, amistad, amor, cooperación, curiosidad, admiración, gratitud… Asimismo, están las palabras que empapan el presente de generosidad, amabilidad, bondad, compasión…
Por el contrario debemos evitar usar aquel lenguaje que respira odio, venganza, desprecio… palabras que culpan a otros sin parar y nos excusan; términos oscuros que mienten y no son de fiar; las que se consideran deshabitadas, manipuladoras; palabras que nos dicen que es imposible, que no podemos, que nos quitan posibilidades y nos inducen a una mentalidad de la escasez.
La fuerza de estas palabras queda clara en lo que decía el protagonista de En Busca de la Felicidad: “Si quieres algo, ve a por ello. No permitas que nadie te diga que no puedes, y mucho menos aquellos que más quieres. Nadie puede pensar por ti. Nadie puede elegir por ti. Si tienes un sueño tienes que cuidarlo”.