Autora: Maria Jose Daniel Huerta.
Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad, TDAH. Para la Federación Española de Asociaciones de ayuda al déficit de atención e hiperactividad se trata de uno de los trastornos más frecuentes de la Psiquiatría Infanto-Juvenil, ya que engloba aproximadamente el 50% de su población de enfermos.
El inicio de este trastorno se remonta a los años treinta de la centuria pasada, cuando los médicos de entonces acuñaron la denominación “síndrome post-encefálico” para referirse a niños inquietos y con problemas de concentración. La efectividad de este diagnóstico fue y es muy cuestionable dado que la mayoría de los señalados no habían sufrido encefalitis. Posteriormente, en la década de los sesenta, el psiquiatra Leon Eisenberg retomó el tratamiento de este desorden medicando a niños que presentaban un comportamiento difícil. Eisenberg calificó la afección como “reacción hipercinética de la infancia”, incluida el año 1968 en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM), y nominado actualmente como “trastorno de déficit de atención e hiperactividad”.
En el año 2012 el diario alemán Der Epiegel publicó que el propio Eisenberg confesó, antes de morir, que el TDAH era una enfermedad inventada y que la idea de transmitir que sus causas eran genéticas tranquilizaba a las familias y reducía su sentimiento de culpabilidad. Huelga decir que esta afirmación no pasó desapercibida. También aconsejó, continuaba la publicación, que los psiquiatras infantiles debían determinar los factores psicosociales causantes de los problemas de conducta. En esta tesitura, y partiendo de la constatación de la existencia de niños diagnosticados con TDAH, los que nos dedicamos al mundo de la educación en alguna ocasión también hemos llegado a plantearnos esa presunta ficción. A pesar de la evidente diversidad entre los seres humanos, no pocas veces los adultos necesitan, para sí, que los menores actúen de manera similar o idéntica atendiendo a su estadio evolutivo. Por ello, cuando un menor presenta comportamientos o reacciones que difieren de las de su edad, sus allegados inmediatamente demandan una valoración. En este sentido, el planteamiento de Eisenberg, sobre que los padres se serenan cuando a los pequeños se les “pone una etiqueta”, es compartido por muchos de nosotros. Esta situación es muy comprometida porque puede invitar a realizar un sobrediagnóstico.
Una vez mostrado el tema de este artículo, nos centramos ahora en las nuevas pretensiones de la Consejería de Educación. Pero, antes de nada, permítasenos una pequeña frivolidad, recordemos el estribillo de una famosa canción de Ricky Martin: “un, dos, tres; un pasito pa’lante María; un, dos, tres; un pasito pa’tras…”.
La Consejería, en su anhelo por fomentar la educación inclusiva y en respuesta a la petición del Procurador del Común de ofrecer un trato más eficiente a los alumnos con TDAH, ha decidido aumentar el número de profesores especialistas para satisfacer las necesidades de todos los educandos, y específicamente las de los escolares con TDAH. Según publicaba a primeros de abril La Gaceta de Salamanca, 3.600 escolares de Castilla y León se verían beneficiados por el propósito político, pues se pretende ir aumentando paulatinamente la plantilla del profesorado especializado hasta 2022. La noticia periodística proseguía diciendo que la Dirección General de Innovación y Equidad Educativa de la Consejería de Educación afirmaba que no se había reducido el número de especialistas durante la crisis económica, pero la realidad es que se han reducido unidades de minorías e integración. Repitamos el estribillo de la canción aludida y que cada cual saque sus particulares conclusiones.
Plausible es el actual objetivo de la Consejería de Educación, todo proyecto o iniciativa favorecedora del desarrollo de nuestros alumnos será bienvenido. Sin embargo, sopesando su actuación, la niebla que cubre el asunto que nos ocupa no se ha dispersado del todo. Primeramente se reconoció el TDAH como un desorden de origen neurobiológico, caracterizado por inatención, exceso de acción motriz y comportamiento impulsivo, y se incluyó a los afectados en la aplicación informática de Atención a la Diversidad (ATDI) de la Junta de Castilla y León como alumnado con necesidad específica de apoyo educativo dentro del primer grupo, Alumnos con Necesidades Educativas Especiales (ACNEE). Pero desde este curso, los alumnos con TDAH, aun cuando siguen incluidos en la ATDI, ya no forman parte del grupo ACNEE.
Si ahora la apuesta ha sido formar profesionales para la específica atención de alumnos con TDAH, reconociendo implícitamente que dichos alumnos exhiben necesidades educativas especiales, ¿qué motivó su exclusión del grupo ACNEE?, el próximo paso ¿será volverlos a incluir en dicho grupo? Cuando nos comprometemos por la educación inclusiva hemos de partir de unas directrices concretas y manifiestas, no cabe vacilación ¿Qué argumentos podemos esgrimir a la hora de sacar a los alumnos con TDAH del grupo de Alumnos con Necesidades Educativas Especiales para seguidamente ofrecerles un tratamiento especial?
Entendemos que la atención dedicada a estos alumnos preocupe y ocupe a la Consejería, su situación también inquieta a los docentes. Es alarmante, baste con dar un solo un dato, que el número de alumnos diagnosticados con TDAH en Salamanca, desde enero de 2014 hasta hoy, se haya incrementado aproximadamente en un 50%, pasando de 411 a 600. En este orden de cosas dirigimos también el foco hacia la fase de valoración de los distintos casos, no creemos que goce de los instrumentos más apropiados.
Si los supuestos de TDAH van en aumento, no es menor el crecimiento de los calificados con Trastorno del Espectro Autista (TEA), por lo que convendría a su vez ir impartiendo una formación precisa al profesorado. Auguramos que en un futuro no muy lejano, requerido el Procurador del Común, haga éste una solicitud en términos equiparables a la ya realizada a la Consejería de Educación respecto del TDAH.