Autora: Carmen Esparcia Arnedo
El doping es un tema que sigue siendo tabú en el mundo deportivo, pero su presencia silenciosa se ve bien reflejada en el aumento del rendimiento de deportistas que buscan mejorar en la competición de una manera ilícita.
¿Y qué se considera doping?
El Comité Olímpico Internacional, entre cuyas principales prioridades es la lucha contra el dopaje en colaboración estrecha con la Agencia Mundial Antidopaje, define el doping como “la administración o uso por parte de un atleta de cualquier sustancia ajena al organismo o cualquier sustancia fisiológica tomada en cantidad anormal o por una vía anormal, con la sola intención de aumentar en un modo artificial y deshonesto su rendimiento en la competición”.
El dopaje es un engaño para el deporte y para los demás deportistas, para la normativa y para los espectadores…pero sobre todo para uno mismo, sin contar con el riesgo para la salud que supone su administración.
De entre las sustancias que se han venido usando y aún se utilizan, encontramos los esteroides anabolizantes (como la testosterona) y otros esteroides sintéticos (como la nandrolona o el estanozolol), utilizados para mejorar el rendimiento en modalidades deportivas como el atletismo o la halterofilia. También se consumen sustancias que aumentan el hematocrito (éste representa el porcentaje de glóbulos rojos en la sangre), como la Darbepoetina o la Eritropoyetina (EPO). Y detengámonos en esta última:
La eritropoyetina o EPO es una hormona que produce nuestro cuerpo y que provoca el aumento de la producción de eritrocitos o glóbulos rojos en la sangre. Las condiciones de hipoxia aumentan su producción, por ejemplo en situaciones de mucha altitud o al dormir o entrenar en cámaras hipobáricas. Pero la eritropoyetina además se ha venido administrando de manera exógena en algunos deportes como el ciclismo ya que estimula la producción de glóbulos rojos y aumenta el hematocrito, lo que favorece el intercambio de oxígeno, y por consiguiente mejora el rendimiento deportivo y la resistencia a la fatiga. Pero veamos la otra cara de la moneda: este aumento de glóbulos rojos de manera artificial supone que el corazón realice un mayor esfuerzo para bombear la sangre e incrementa la probabilidad de que se produzcan atascos en los vasos sanguíneos, al aumentar la densidad de la sangre. A pesar de estos riesgos, hay deportistas que optan por esta vía para conseguir méritos deportivos, un ejemplo es el sonado caso del ciclista Lance Armstrong, que fue sancionado y perdió sus 7 victorias por utilizar sustancias dopantes.
Lamentablemente, en cualquier deporte se pueden dar estas circunstancias. Es responsabilidad de cada deportista conocer sus derechos y obligaciones y respetar el código mundial antidopaje (información que se puede encontrar en la página web de la Agencia Mundial Antidopaje: https://www.wada-ama.org/).
Debemos sentirnos orgullosos de nuestras hazañas y proezas, logros que sean fruto de nuestro esfuerzo, sin trampas, sin seguir el camino fácil y deshonesto.
Juega limpiamente,
por ti,
por el deporte.