Autora: Inés Olivera Crego.
Bienvenidos al 2018, espero que estéis siendo Felices Naturalmente y que este año consigáis todas vuestras metas.
La verdad es que las cosas han cambiado muy poco desde el imperio romano. El 1 del mes de Jano (January) llega justo después de una de las fiestas o vacaciones más largas: la Saturnalia, que los cristianos cambiaron hacia la navidad. Tras las fiestas y durante todo el mes, los romanos se preparaban para el año que comenzaba. Para empezar, el día uno, estrenaban algo, se regalaban mazapanes y hacían ofrendas a Jano para la prosperidad del año, el 5 se regalaban muñecos y el 11 de enero, era común buscar los servicios de un adivino; finalmente, el 25 de enero celebraban la transformación y normalmente se preparaban para ello con ayunos… Desde aquí, os recomiendo que aprovechéis lo que os queda de vacaciones para organizar este año que empieza, haced vuestra ofrenda a Jano con un buen plan de actividades para hacer este año y así conseguir todos vuestros objetivos.
Quizá eso de ponerse nuevos hábitos y mantenerlos es a veces difícil, está bien contar con alguna ayuda externa. Por eso me gustaría proponeros la “terapia” del mes.
Este mes no se trata de ninguna medicina alternativa, sino de cómo el cerebro se acostumbra a los nuevos hábitos. En los años 60, el cirujano Maxwell Maltz se dio cuenta que sus pacientes se habituaban a su nuevo yo en tres semanas aproximadamente, así que publicó un libro Psico cibernetics donde explicaba cómo podías cambiarte por dentro y que se notase por fuera o cómo conseguir lo que deseas en 21 días. Estudios más recientes en Europa, han demostrado que el número de días puede variar y que depende del hábito que queramos tomar, nuestra resiliencia, constancia y el ambiente que nos rodea.
¿Por qué los hábitos? Un hábito es una sucesión de órdenes en nuestro cerebro que se realiza de manera semi-automática. Al ser realizado “casi sin pensar” deja nuestro cerebro libre para poder realizar otras actividades más creativas. ¿Cómo funciona nuestro sistema nervioso durante la creación de hábitos? Muy fácil, el cerebro reconoce una señal, ejecuta una acción y obtiene una pequeña recompensa. Así, para cambiar definitivamente un hábito, lo mejor es sustituirlo por otro y de entre todos los hábitos que puedes coger, uno de los mejores es hacer más deporte. Puedes sustituir cualquier momento en el que veas la tele, por ejemplo, por 20 o 30 minutos de actividad física. Como después de cada actividad física se produce una descarga de endorfinas, la recompensa recibida al hacer el trabajo es doble, por un lado la del esfuerzo físico y por otro, por la recompensa psicológica que supone conseguir un objetivo.
Para mantenerlo en el tiempo, te recomiendo una herramientas que te va a permitir comprobar lo bien que has trabajado: el bullet journal, que puede consistir simplemente en una lista de las rutinas mensual que quieras implementar al lado de un espacio que puedas tachar cada día, para comprobar que efectivamente ese día hiciste bien lo que te propusiste. Además, cuando consigas cumplir con ese hábito, es una buena idea que tengas una recompensa: un pequeño detalle, una escapada de fin de semana… una recompensa extra que te recuerde tu logro y te de más fuerza de voluntad para los siguientes desafíos.
Además, para incrementar esa fuerza de voluntad, fíjate cada día en las horas de luz. Tras el solsticio de invierno, irás notando cómo los días se hacen cada vez un poco más largos, lo que ayuda a ver la vida de forma más positiva, de hecho, algunas plantas empiezan a florecer. Seguro que si pregunto qué planta florece primero, respondes el almendro y es uno de los primeros árboles, pero olvidamos otra planta de la que hablé brevemente en septiembre… el romero. Es una planta muy resistente a la sequedad, que se reproduce por esquejes, por lo que es muy fácil de mantener en casa y además de la receta que os propongo a continuación, la planta os puede servir de llamada de atención para no despistaros de las nuevas rutinas…
La planta del mes:
El romero, del griego: arbusto aromático, es una planta de la familia de las mentas que florece un par de veces al año, una de ellas en enero, con los primeros rayos de calor.
Según la medicina tradicional china, genera calor y dispersa el frío, por lo que es una planta que puede ayudar a los sistemas en depresión y ahora en invierno, puede ayudar contra el reumatismo articular agudo.
Veamos sus propiedades, según la farmacopea europea:
Las hojas: Contienen aceites esenciales como el alcanfor, limoneno, pineno, canfeno…flavonoides amargos y ácidos fenólicos con acción:
– Estimulante de la circulación y el corazón: es decir, nos puede ayudar para estudiar mejor, para recuperarnos de un esfuerzo físico o para hacerlo aún mejor. También esto explica por qué ayuda contra el reumatismo, favoreciendo la circulación en las articulaciones o porqué se utiliza como tónico capilar, para evitar la caída. Al mejorar la circulación, también mejora los dolores menstruales, pero además, provoca pequeñas contracciones que ayudan al desprendimiento del endometrio.
– Carminativa y colagoga: es decir, ayuda a eliminar gases y por tanto, mejoran las digestiones pesadas. También favorece la depuración del hígado, que según la medicina tradicional china, almacena la ira, lo que puede generar migrañas…
Las flores: también contienen aceites esenciales, pero en menor cantidad y néctar con un poquito de azúcar. Pueden consumirse frescas, en postres y ensaladas, por ejemplo, donde además, contribuirán a un plato más decorado.
Interacciones:
Puesto que provoca contracciones en el útero, no es muy recomendable para las embarazadas, sobre todo en los primeros meses, que podrían sufrir un aborto. También debes tener cuidado si estás tomando medicamentos para la tensión alta, ya que el romero tiene el efecto de aumentar la tensión y puede disminuir el efecto del medicamento.
Incluso podría provocar daños en el hígado en dosis altas… así que con moderación.
Os propongo además que probéis una receta de uso tópico, pero también comestible para que probéis este invierno.
Ungüento de romero:
La opción más tradicional es hacer un macerado de romero. Para ello, introduce romero fresco troceado y limpio en un tarro de cristal, rellena con aceite de oliva, tapa y deja en un sitio oscuro. Son mejores los tarros cuya tapa sea de plástico, si sólo tienes de metal, puedes utilizar film de plástico para evitar que la tapa se oxide y deje rastros en el aceite. Debes voltear a diario durante 21 días para extraer todas las propiedades del romero en el aceite, después de filtrar, presiona el romero para acabar de extraer los aceites esenciales en el aceite de oliva.
Este macerado es excelente en la cocina y también sirve para dar masajes a espaldas contracturadas.
Una vez hecho el macerado, funde un poco de cera de abejas (10-15g para 100-150ml de aceite) añade el aceite poco a poco dando vueltas y obtendrás una crema-ungüento para las manos frías y las articulaciones doloridas.
Si no tienes tiempo de hacer el macerado, puedes utilizar el aceite esencial de romero, añadiendo 10 gotas de aceite esencial por cada 50ml de aceite. No tendrá exactamente las mismas propiedades, pero puede valer así.