Autora: Olga Rodriguez Borrego.
Llevamos dos meses confinados, a causa de la mayor pandemia que ha sufrido la Tierra desde la pandemia de la gripe en 1918. No solo en España, sino que en la mayor parte de los países del mundo se ha producido un parón de la actividad humana sin precedentes. Nunca habíamos visto ciudades cosmopolitas desiertas, carreteras sin coches, fábricas cerradas, y muchas industrias altamente contaminantes, paradas o con una reducción muy notable de sus emisiones a la atmósfera. Tal es la magnitud de los efectos que este parón ha tenido en la atmosfera, que desde el mismísimo espacio se pueden observar. Solo en los primeros quince días de confinamiento, comparando datos con los últimos días de marzo del 2019, las observaciones del satélite europeo Sentinel-5P mostraron que en ciudades como Madrid, Barcelona, París y Milán habían descendido de manera importante las concentraciones de dióxido de nitrógeno (NO2), uno de las principales sustancias nocivas que emiten los vehículos y la industria.
Uno de los hechos que más ha llamado la atención a los investigadores y estudiosos del tema, es la rapidez con que la atmósfera ha reaccionado a la bajada de contaminantes. En solo dos meses la boina de contaminación omnipresente en Madrid ha desaparecido, la ciudad de Barcelona ha disminuido su contaminación un 83% según un estudio de la Universidad Politécnica de Valencia y desde algunos lugares del norte de la India, como Punyab o Jalandhar se pudo observar la cordillera del Himalaya que dista 200 kilómetros por primera vez desde hacía 30 años.
La fauna también ha notado que las calles estaban solas para ellos, así que los más atrevidos se han lanzado a explorar la ciudad dejando divertidas imágenes, corzos en medio de la ciudad de Valladolid, jabalíes por las calles de Barcelona, cabras salvajes por ciudades de Gales, o pavos reales por las calles de Madrid. Algunas imágenes fueron un poco más inquietantes, como un puma joven que se adentró en Santiago, capital de Chile. Los expertos dicen que la ausencia de humanos les da confianza. Algunos van en busca de comida, al faltarles la que muchas veces les daban los turistas, otros simplemente, exploran lugares donde antes no se atrevían a entrar, hay menos perturbaciones y ellos lo notan.
Otro de los fenómenos más curiosos que se han podido ver estos días han sido las olas con un color brillante azul neón de algunas playas de California y México. Este curioso fenómeno llamado bioluminiscencia, ocurrió a primeros de abril en algunas playas de la costa Oeste de Norteamérica, se
debe a unas algas dinoflageladas (Dinoflagellata), presentes en el fitoplancton que desprenden una luz brillante al ser agitadas por las olas, como resultado de una reacción bioquímica mediada por una enzima llamada luciferasa.
Este fenómeno se suele observar en zonas costeras desérticas, poco concurridas y de aguas limpias, pero debido a la ausencia de bañistas y gente en las playas, hubo un gran crecimiento de estas algas, lo que ha provocado que se haya podido ver en playas de áreas urbanas como Acapulco, o California causando la admiración de todas las personas que pudieron observar el espectáculo.
De esta pandemia podemos sacar aprendizajes de cara a nuestra relación con el medio ambiente y de cómo abordar los retos ambientales y la crisis climática que seguirá existiendo. Esta pandemia nos enseña a que hay que actuar ante los problemas antes de que sus efectos se desborden y sean irremediables. Esto no nos puede pasar con la crisis ambiental, porque sus efectos se notan desde hace años, y cuando queramos ponerles freno, puede ser demasiado tarde.
En palabras del biólogo y escritor Miguel Delibes de Castro “Quizás el confinamiento nos haya enseñado que no es necesario viajar tanto, ni consumir productos que vienen de muy lejos, ni comprar cosas que no nos hacen falta, ni hollar cada rincón de la aldea global en un turismo enloquecido, cuando existen hermosas aldeas locales…”
Quizás el confinamiento nos ha enseñado a que hay otras formas de vivir, más sostenibles y acordes con nuestro planeta.