Cinturón de Kuiper, Nube de Oort y Sedna, un objeto originario de la Nube de Oort descubierto en 2003 y con un periodo orbital de 11400 años. |
AUTOR: Raúl Aguilar Gil.
No todos los astros en el cielo son estáticos, de hecho son muchos los que cambian de posición de una noche a otra o incluso los que se mueven rápidamente siendo sólo visibles durante un instante de tiempo. Todos estos objetos están relacionados entre sí, pero tienen propiedades bien diferentes.
Existen dos regiones en el sistema solar donde podemos encontrar infinidad de rocas, congeladas, y de diferentes tamaños:
- El Cinturón de Kuiper, que se extiende desde más o menos la órbita de Marte hasta 3 veces más allá antes de llegar a la Júpiter (entre 30 y 100 UA – 1 UA es la distancia Tierra-Sol).
- La Nube de Oort, mucho más lejana, entre 2.000 y 100.000 UA, lo que equivale a un cuarto de la distancia a la estrella más cercana, Próxima Centaury.
Estas rocas pueden chocar entre sí desviando su órbita y saliéndose de estas regiones. Entonces pueden suceder dos cosas, que salgan despedidos aproximadamente en dirección al sol, o que tomen otra dirección diferente, en cuyo caso se perderán en el espacio y no tendrán mayor interés para nosotros. Si salen en dirección al Sol (y no se chocan en su camino con ningún planeta, o con el propio Sol) tendremos un cometa.
A medida que estos objetos de roca, hielo y polvo se acercan al sol el viento solar incide sobre ellos sublimando sus componentes que darán lugar a una enorme cola de polvo y gas ionizado. Esta cola será mayor a medida que se va aproximando al Sol.
La órbita de un cometa puede ser elíptica, en cuyo caso, si vivimos los años suficientes, lo podríamos ver pasar más de una vez, o bien ser parabólica o hiperbólica, con lo que sólo tendrá un acercamiento al Sol.
Lo cometas con órbita elíptica puede tener un periodo corto (menor de 20 años) o medio (entre 20 y 200 años), los cuales provienen del Cinturón de Kuiper, o bien proceder de la Nube de Oort y tener un periodo largo (mayor de 200 años).
Cometa Hale-Bopp a inicios de 1997.
Aunque cada año hay muchos cometas observables con telescopios son pocos los que ofrecen un gran espectáculo a simple vista, el último fue el Cometa Hale-Bopp visible durante 18 meses hace ya más de 20 años.
Los cometas también son los responsables de lo que comúnmente conocemos como estrellas fugaces. La Tierra, en su recorrido alrededor del Sol, en ocasiones atraviesa una región del espacio por la que pasó un cometa y por tanto donde hay una mayor concentración de polvo y pequeñas rocas, restos de la cola de dicho cometa.
Estas piedrecitas entrarán en la atmósfera y debido al rozamiento con el aire se quemarán haciéndose visibles por un breve periodo de tiempo. Tendremos entonces un meteoro.
La mayoría de estas pequeñas piedras se queman en un instante, pero algunas de mayor tamaño resplandecen durante varios segundos con un brillo que puede incluso superar al de Venus, en cuyo caso diremos que se ha producido un “bólido”, pudiendo incluso llegar a alcanzar el suelo, puesto que la roca era tan grande que no le da tiempo a quemarse por completo.
Un impacto de un meteorito de varios kilometros de diámetro sólo debería ocurrir cada cien millones de años.
Cuando dicho meteorito tiene un tamaño muy grande, mayor de 50 metros de diámetro, estamos en riesgo, pudiéndose producir graves daños locales o maremotos. Y si el diámetro es muy superior, de más de un kilómetro estaríamos ante una catástrofe a nivel global, como la que provocó la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años.
Raúl Aguilar Gil