Autora: Rosa Fernández Pérez.
Muchas de las cosas que se pueden contar no cuentan. Muchas de las cosas que no se pueden contar son las que cuentan”.
-Albert Einstein-
Se puede definir la “contabilidad” como la ciencia social que proporciona información de hechos económicos, financieros y sociales suscitados en una empresa. Mediante diferentes instrumentos legalmente establecidos, esta técnica, registra, clasifica y resume hechos de las empresas en términos monetarios. El objetivo es lograr una información oportuna y veraz, sobre la marcha o desenvolvimiento de la empresa u organización, con relación a sus metas y objetivos trazados.
La contabilidad asume un papel de compromiso, no sólo, frente a los propietarios de las organizaciones, ni sólo a los grupos de interés más cercanos, sino frente a toda la humanidad. En esa medida, quienes desarrollan actividades contables cumplen la función estratégica de observar la realidad, de medirla en variables y de ofrecer información fiable. Todo ello bajo la responsabilidad de rendir cuentas sobre su actividad.
Utilizando la contabilidad, las organizaciones, calculan los beneficios empresariales, como un resultado numérico. Para que estos resultados reflejen una información fiable y completa, deben incluir factores sociales y medioambientales de estas entidades.
De esta manera, las empresas deben contabilizar e informar sobre:
– el tipo de energía que consumen en su actividad
– el sistema de gestión de residuos que tienen implantado
– el sueldo que cobran sus empleados
– la política de igualdad de género
– la formación que ofrece la empresa a sus trabajadores
– etc…
Además, deberían difundir las medidas que están llevando a cabo para:
– reducir el consumo de energía,
– mejorar la seguridad de sus productos
– preservar la salud de los empleados
– no ofrecer publicidad engañosa
– respectar los derechos humanos de sus empleados
– favorecer políticas de igualdad de género entre sus empleados
– etc…
Las organizaciones públicas y privadas deberían incorporar, dentro de sus fines, la generación de valor dentro de su entorno local y de apostar por el cuidado del medio ambiente, todo ello, sin olvidar la dignificación del capital humano.
En este terreno, la contabilidad, tiene un alto protagonismo, ya que lo que no se contabiliza “no existe”, y lo que no existe no se conoce ni se puede mejorar.
La plasmación de los impactos medioambientales y sociales de las organizaciones es indispensable para una correcta valoración del costo del “producto final”. Además, el medioambiente es un bien común de toda la humanidad, y las empresas deben “responsabilizarse” y “dar cuentas” de cómo lo utilizan y para qué. Todo ello, sin olvidar su compromiso con sus políticas sociales, teniendo presente los derechos humanos y la mejora de la calidad de vida de las personas.
La contabilidad social es un concepto democrático, que requiere que las grandes fortunas u organizaciones sean responsables de los menos poderosos. Esta ciencia busca una cooperación entre organizaciones, y entre todos los grupos de interés. A su vez, legitima las actividades de las empresas y es un mecanismo para lograr la sostenibilidad.
Esta forma de actuar ya es una realidad en numerosas empresas y se espera que el resto siga esta dirección. Las directivas europeas ya obligan a contabilizar de esta forma (Directiva 2014/95/UE del Parlamento Europeo y del Consejo de 22 de octubre de 2014). No obstante, numerosas empresas, por propia iniciativa, sin que la ley las obligue, lo están realizando.