Autora: Inés Monreal Guerrero.
Dentro de nuestra sociedad estamos destinados a asumir, como docentes o como futuros docentes, retos ligados a la adquisición de diversas alfabetizaciones que consigan que nuestros estudiantes adquieran estrategias que les faciliten un desarrollo integral en la sociedad en la que vivimos. Tal como emana de la ORDEN ECD/65 – 2015, de 21 de enero, por la que se describen las relaciones entre las competencias, los contenidos y los criterios de evaluación de la educación primaria, la educación secundaria obligatoria y el bachillerato, los estudiantes deberán ser competentes para discriminar diferentes fuentes de información y la veracidad de las mismas, es decir, deberán ser alfabetos informacionales dentro de una sociedad digital que aloja, en el ciberespacio, una gran cantidad de información “líquida”. Si nos centramos en la necesidad de entrenar a nuestros alumnos y alumnas a ser alfabetos musicales informacionales, el nivel de alfabetización a alcanzar dependerá del nivel curricular en el que se encuentren. Los estudiantes de música de conservatorio, pero no sólo ellos, los de educación primaria y secundaria deberán adquirir estrategias para discriminar distintos referentes musicales sociales que se presentan al mundo a través de distintas plataformas de acceso. El hecho de que desarrollen competencias de pensamiento crítico como consumidores de música, en la actualidad, no sólo es necesario para desarrollar un criterio reflexivo sobre lo que consumen, sino es una estrategia educacional que les facilita la adquisición de distintos filtros de escucha. Los estudiantes de conservatorio abordan el análisis de distintos tipos de audiciones según su calidad interpretativa a nivel técnico, aprenden a seleccionar documentos musicales on line, en distintos formatos en la red, válidos para su formación profesionalizante, etc. En definitiva, van a encontrar distintos cauces para la creación e interpretación musical que faciliten el desarrollo de la percepción y sensibilidad estética. Por ello deberemos tener presente la importancia de trabajar en el entorno de la educomunicación y educación mediática multimedia en el ámbito artístico porque es en el mismo en el que nuestros estudiantes se van a desarrollar. En palabras de Matilla y Aparici (2013) la educomunicación «(…) aspira a dotar a toda persona de las competencias expresivas imprescindibles para su normal desenvolvimiento comunicativo y para el desarrollo de su creatividad. Asimismo, ofrece los instrumentos para: comprender la producción social de comunicación, saber valorar cómo funcionan las estructuras de poder, cuáles son las técnicas y los elementos expresivos que los medios manejan y poder apreciar los mensajes con suficiente distanciamiento crítico, minimizando los riesgos de manipulación» (García Matilla en Aparici, 2003).” Las redes sociales, el acceso a internet de una manera segura, los dispositivos móviles, y un largo etcétera nos abren los ojos ante la necesidad de ser alfabetos y competentes a nivel digital y nivel de educación mediática. La competencia digital la debemos adquirir como docentes y contribuir a que nuestros estudiantes también la adquieran.
Nuestros estudiantes están en contacto directo con la tecnología, a esta generación la pasó a denominar Prensky “nativos digitales” (2001). El perfil del estudiante estándar ya tiene adquirida la competencia digital en nivel básico (Ovela et al., 2009) pero no todos ellos hacen el mismo uso de la Red. A priori, sienten fascinación por las tecnologías y tienen enorme facilidad para desenvolverse en ellas, pero esa motivación finaliza cuando no les aportan más de lo que ellos ya tienen adquirido, pero ¿cuál es el reto? Conseguir encender la chispa del aprendizaje motivador, consciente y reflexivo, en la alumna y alumno activo, y así mantener la motivación por seguir aprendiendo música partiendo de sus entornos de conocimiento cercanos, para ello, las metodologías activas son nuestras grandes aliadas. Somos conscientes de que, para nuestros alumnos y alumnas, tiene mayor preferencia la imagen frente al texto (Oblinger y Oblinger, 2005), esto nos lleva a reflexionar sobre la necesidad de abordar también una necesaria alfabetización audiovisual