Autora: Carmen Esparcia Arnedo
Tras la cuarentena vimos cómo el furor por realizar actividad física se disparó enormemente: las calles estaban llenas de gente paseando, apenas circulaban coches dentro de la ciudad, gimnasios improvisados que se seguían utilizando dentro de casa… pero este entusiasmo por aumentar la movilidad y el ejercicio físico se está apagando poco a poco. El coche vuelve a ser el gran protagonista en desplazamientos cortos y el frío se convierte en el pretexto perfecto para no sacar la bici o ir andando al trabajo o la escuela.
Una manera de crear hábitos de actividad física en la rutina diaria de los estudiantes es precisamente realizar el trayecto a su centro educativo a pie o en bicicleta. Y para fomentarlo hay ya muchos centros educativos y ayuntamientos que están poniendo en marcha diferentes proyectos para que los alumnos caminen juntos a su colegio o instituto con seguridad y autonomía.
Aquí cabe hacer referencia al proyecto “Piedibús”, que busca que este trayecto se realice como si se tratara de un trasporte público con diferentes paradas, pero a pie. Los alumnos quedan en diferentes puntos de encuentro, en los cuales se encuentra algún padre o responsable del ayuntamiento y se van sumando al recorrido que han establecido, hasta llegar a la escuela.
Como este, hay otros tantos proyectos destinados al mismo fin, que no es otro que impulsar los desplazamientos activos y crear hábitos de actividad física diaria para la salud, aspecto fundamental si tenemos en cuenta el gran incremento de la tasa de obesidad en nuestro país. Otros ejemplos son el proyecto “PACO” (Pedalea y Anda al Cole) o el proyecto Europeo “active access”, pero hay muchos más. Estos proyectos que no sólo benefician a nuestros estudiantes, sino que además…¡cuidamos el medio ambiente!.
Además dentro del centro escolar, los equipos docentes, especialmente el departamento de Educación Física, impulsan e introducen el ejercicio físico en los descansos a través de la organización de recreos activos y otras propuestas que implican al alumnado dentro y fuera del horario escolar, por ejemplo a través del planteamiento de tareas en movimiento y mediante la promoción de un tipo de ocio activo.
Pero a pesar de las evidentes ventajas de estas iniciativas, seguramente estemos pensando en miles de excusas para no ponerlas en marcha (se requiere tiempo, dedicación, madrugones, el clima puede no ser el ideal…). Hagamos balance y parémonos a pensar en los enormes beneficios físicos, psicológicos, sociales y emocionales que tienen a corto y largo plazo en los alumnos/as antes de buscar más evasivas.
El papel de las familias como siempre es fundamental. Nada de esto puede tener lugar sin su colaboración, y el primer paso es darles a conocer estos proyectos y hacerles partícipes de su planificación y puesta en práctica.
¿Te apuntas?