Autora: Azucena Esteban Alonso.
La mirada general que nos han proporcionado los artículos anteriores, vinculados con la opinión de las familias en relación a la importancia de la participación, así como su grado de implicación en la vida del aula y del centro escolar, nos permite avanzar algunos resultados y conclusiones que compartimos a continuación. Para facilitar su lectura y análisis hemos diferenciado dichas conclusiones en tres bloques, los mismos que hemos podido encontrar a lo largo de las diferentes entregas:
- Conclusiones respecto a la importancia concedida a la participación educativa:
En general, las entrevistadas no depositan su confianza en la legislación o en la administración para este aspecto. Como mucho, se afirma que la legislación recoge la participación educativa como una labor del docente, pero no se eleva con la misma intensidad para las familias. En los casos más optimistas, se entiende que el sistema educativo y su desarrollo legal contemplan la participación de las familias pero “debería serlo más. No se nota”
Si se desea un cambio, las familias presentan dos vías, pues unas entienden que la iniciativa debe partir de los propios padres, bien a título individual o bien a título colectivo desde asociaciones como el AMPA; en menor medida, se alude a la administración a través del equipo directivo.
Las familias reconocen que los profesores generalmente fomentan su participación, pero es cierto que depende de la etapa educativa, pues en infantil se solicita mayor colaboración; y también depende del propio profesor, su manera de entender la participación y la personalidad más abierta y comunicativa. Además, conceden mucha importancia a la participación en la escuela a través del AMPA, especialmente cuando se trata de centros con un volumen elevado de alumnos.
Por lo que respecta a su participación en relación con la edad de los hijos, en general se otorga menos importancia a la implicación en el centro a medida que los niños avanzan en los cursos escolares, llegando incluso a desconocer al profesorado que imparte docencia en su aula. En muchos casos, esto se debe a la idea de que los hijos van haciéndose mayores y su nivel de autonomía se ve incrementado.
- Conclusiones respecto al grado de participación en el aula:
Los entrevistados aluden a la disposición de cada profesor de invitar a participar a las familias al aula, siendo conscientes de que es en la etapa de infantil cuando cuentan con un mayor número de posibilidades participativas. Sin embargo, algunas madres afirman no haber tenido posibilidad de realizar ninguna actividad, ni siquiera en la etapa infantil.
En todo caso, se hace referencia a una participación puntual, que parte de la escuela como apoyo en un momento concreto de la vida del aula, no como un continuo planificado con el fin de que las familias formen parte de las vivencias escolares cotidianas de sus hijos. Además, la temática y el momento es fijada por parte del maestro, dejando poca cabida a la opinión o iniciativa familiar, que se torna en ejecutores de las ideas del maestro. Y eso, en el mejor de los casos, en el que éste abre las puertas de su aula a las familias.
En cuanto a las tutorías, todas las entrevistadas coinciden en señalar que son ellas las que habitualmente demandan una reunión al tutor (generalmente, una vez por trimestre), siendo el medio más empleado para solicitar dicha tutoría una nota por escrito.
En ese encuentro, el interés principal de las familias no se centra solamente en la evolución académica, sino también en la socialización, comportamiento e interés del niño en el aula. Es decir, las familias desean conocer aquellos aspectos que no siempre se reflejan en los informes de notas. También, desean hablar sobre las dificultades que presentan sus hijos y cómo ayudarles desde casa.
- Conclusiones respecto al grado de participación en el centro:
Las actividades complementarias (excursiones, fiestas, etc.) en las que participan son gestionadas, en todos los casos, por las asociaciones de padres, colaborando, especialmente, en las fiestas y celebraciones. En el caso de las excursiones, si son organizadas por el claustro, los niños son acompañados exclusivamente por el profesorado del centro. Si es el AMPA el que las organiza acuden también las familias.
En cuanto a la organización y gestión del centro, en general, esta participación es mucho más reducida que las anteriores, de forma que, aunque reconocen que se pide su opinión en determinados aspectos, el poder de decisión es muy limitado. Además, algunas familias afirman que su voz es escuchada pues ambas estructuras se necesitan.
Los cauces formales de participación en torno a los que hemos escrito en la entrega anterior, es decir, el AMPA y el Consejo Escolar cuentan con una cercanía y conocimiento generalizado muy diferente entre ellos. Así como la asociación de padres resulta un medio conocido y empleado por la mayoría de las familias, el Consejo Escolar queda relegado a unos pocos, de forma que, en general, ni siquiera forma parte de la baraja de posibilidades participativas.
Así pues, la mayor capacidad de decisión se encontraría en manos del AMPA, a la que pertenecen todas las entrevistadas (a excepción de una familia que alega la falta de tiempo y la imposibilidad de contar con alguien que cuide de sus hijos). No obstante, a pesar de pertenecer a esta asociación, suele hacerse de manera poco implicada, colaborando, en el mejor de los casos, en las actividades que otras personas han preparado.
Por lo que respecta al Consejo Escolar, todas las familias conocen su existencia, no así sus funciones concretas. Algunas, no saben quiénes son los representantes, los temas que se van a abordar o los acuerdos a los que se ha llegado, otras son informadas a través del AMPA a través de una circular o un correo electrónico, pero se desconoce el alcance de dicha difusión.
Para finalizar…
A modo de observaciones generales, cabe destacar que las personas entrevistadas han sido, en todos los casos, las madres, a pesar de que se haya dado la opción de llevar a cabo la entrevista a otro miembro de la familia.
Al realizar estas preguntas, uno de los aspectos que más nos llamaron la atención fue la propia sorpresa de las familias ante las preguntas en sí. Es decir, en algunos casos, admitían no haberse planteado estas cuestiones nunca, a pesar de contar con más de un hijo dentro del sistema escolar. Por lo tanto, nos alegra haber incitado a los entrevistados a reflexionar acerca de la participación y el sistema educativo.
Igualmente, debemos hacer hincapié en la visión que las madres nos han transmitido en relación a la tutoría. En este sentido, aprovechamos la ocasión para manifestar nuestra consideración de la misma como una herramienta esencial para la comunicación escuela-familia. Por ello, sería conveniente que los profesores nos centrásemos no sólo en los aspectos negativos del alumno, sino en contar también lo positivo, haciendo un recorrido general por el progreso académico de los niños pero también de cómo se desenvuelve en el aula y con el grupo. Y, en el caso de algún punto negativo que se haya de tratar en la tutoría, la búsqueda de soluciones conjuntas debe ser uno de nuestros objetivos en estos encuentros, no limitándonos sólo a describir la situación o problema detectado.
Como ya se ha comentado, el estudio realizado es mucho más amplio. Esperamos, no obstante, haber sido capaces de presentar una visión panorámica de los testimonios familiares y, especialmente, haber conseguido que el lector haya dedicado unos minutos a pensar sobre las cuestiones planteadas. Igualmente deseamos que la lectura de los artículos, aunque un poco más larga que la acostumbrada, haya resultado ágil e interesante.
Nuestras últimas líneas se dirigen, una vez más, a invitar a la comunidad educativa a trabajar en sintonía. La colaboración familia-escuela continúa siendo uno de nuestros retos pendientes, debiendo, en primer lugar, romper con ciertas creencias erróneas que impiden el buen entendimiento de los diferentes sectores educativos.