Autora: Marta Blázquez Rodríguez.
Así comienza el himno de la localidad abulense de El Barco de Ávila, un pueblo de unos 2000 habitantes en las faldas de Gredos que encandila a todos los que pasan por allí en cualquier época del año. Continúa su himno diciendo “ … en confines de blancura y de verdor.” Y es que Barco es bonito en invierno con la nieve en las montañas y en primavera cuando la capa blanca deja paso a praderas verdes, llenas de agua. Es el río Tormes el que baña este pueblo y le da un encanto más, sobre todo en verano, cuando sus aguas limpias y frías dan un respiro a los calurosos días.
La bienvenida a esta villa la dará el majestuoso Castillo de Valdecorneja, visita obligada tanto por su belleza como por las vistas que hay desde él hacia el río Tormes, su otro gran atractivo. Pasear por sus orillas o, si es verano, darse un baño en sus aguas para calmar el calor también son imprescindibles en la visita a este pueblo.
Pero más allá de las recomendaciones que van a aparecer en cualquier guía como visitar la iglesia de la Asunción, el puente románico o el ya citado Castillo de Valdecorneja; allá van las cosas que no os podéis perder si tenéis la suerte de acabar en tierras barcenses. La primera es ir a tomar una tapa de patatas revolconas a cualquiera de los bares de la plaza mayor. Muchos recomendarán sus judías, con denominación de origen; pero las patatas suelen ser mucho más populares.
Tampoco os podéis marchar sin dar un paseo por la orilla del río Tormes y, si es verano, no dudéis en daros un chapuzón en sus aguas para refrescaros. Hay un aparcamiento cerca del puente románico de la localidad donde podéis dejar el coche y acercaos por el camino que de allí sale a alguno de los charcos en los que disfrutar de un refrescante baño.
Si, por el contrario, visitáis la localidad en otra estación, podéis disfrutar de alguna ruta por la sierra. Hay infinidad de ellas, pero algunas muy sencillas y con gran encanto como la subida a la Laguna del Duque que sale de la localidad cercana de Solana de Ávila. En una hora os adentraréis el una paisaje de alta montaña con unas vistas impresionantes.
Junto con todo lo permanente, hay numerosas actividades a lo largo del año como la feria de ganado en octubre, ferias micológicas en noviembre, el certamen de teatro en mayo o las fiestas en honor al Santísimo Cristo del Caño el primer fin de semana de septiembre.
Sin duda, merece la pena visitar la villa, especialmente, si eres amante de la naturaleza.