Autora: Rosa Fernández Pérez.
«Nunca consideres el estudio como una obligación, sino como una oportunidad para penetrar
en el bello y maravilloso mundo del saber»
(Albert Einstein).
En un primer momento, detengámonos en lo que determina la legislación en materia de universidades. Actualmente, la norma vigente es la ley orgánica 4/2007, de 12 de abril, por la que se modifica la Ley Orgánica 6/2001, de 21 de diciembre, pretendía superar deficiencias de la Universidad. Esta legislación establece que son las Comunidades Autónomas las responsables de la política universitaria, dentro de la autonomía que tienen estas entidades educativas. El objetivo de todos los cambios normativos pretende mejorar la calidad de las Universidades españolas y aumentar “la rendición de cuentas” sobre el cumplimiento de sus funciones. Todos los cambios pretenden impulsar la modernización de estas instituciones educativas superiores, con el propósito de convertirlas en elementos activos para la transformación de España en la sociedad del conocimiento y ser, sobre todo, las transmisoras esenciales de los valores.
El tema es muy amplio, pero aquí solo se va a poner el foco en un tipo de profesorado, el asociado. Dentro de esta normativa, se regula la figura del personal docente. Vamos a detenernos en los “profesores asociados” (artículo 53). Este tipo de profesorado son, según la ley, “especialistas de reconocida competencia que acrediten ejercer su actividad profesional fuera del ámbito académico universitario”. Los profesores asociados se pretenden que sean aquellos que, aporten al estudiante, conocimientos profesionales y una visión práctica de lo que es el mundo laboral.
Este planteamiento que, a simple vista, parece oportuno, resulta necesario analizar si realmente lo ha conseguido. Justificado o no, las circunstancias económicas y falta de recursos de la Universidad, ha incrementado el número de profesores asociados, pero ¿por qué de este tipo de profesorado?
La Universidad Pública española no ha disminuido su calidad, según los estudios realizado por los órganos competentes en materia educativa. No obstante, lo que este análisis no dice es que, el mantenimiento de la calidad es a costa de todos los tipos de profesores que trabajan en ella. El profesorado que más se incrementa es el asociado. Legalmente debe ser un profesional que trabaje fuera del ámbito universitario. Figura que, en ocasiones, es ¿ilegal?, ya que, estudiantes que terminan el doctorado, para continuar en la universidad, se los contrata como asociados. Para cumplir con la ley, deben darse de alta de autónomos, justificando así, un trabajo fuera del ámbito universitario. Este hecho se ha “normalizado” en las universidades españolas, llamándolos “falsos autónomos”.
Esta circunstancia se une al hecho del sueldo que percibe este tipo de profesorado, siendo la media entre 350 y 650€ al mes (importe que cambia dependiendo de la Comunidad Autónoma). Según los datos del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, el profesorado asociado representaba en el curso 2016-2017, un 43.3% (sin contar el asociado de salud).
Todo esto lleva consigo, profesorado temporal, mal pagado, con carga docente como otro que tiene contrato definitivo en la Universidad, sin posibilidad de investigar (salvo que lo haga en el poco tiempo libre que tiene) y sin posibilidad de realizar carrera universitaria.
Este tipo de profesores, que se crearon como algo excepcional, se ha convertido en la norma. Con estos breves datos se entiende que, la educación superior no puede depender de la “vocación” de determinados profesionales, sostenida desde su precariedad.
Estos pequeños detalles (faltan análisis más profundos sobre otros temas), deben permitir analizar si la educación universitaria es todo lo “superior” que se pretende. Se quieren formar estudiantes críticos, formados para la vida, con conocimientos para su integración profesional, etc, … , o, ¿realmente ese no es el objetivo?, quizás ¿solo se quiere repartir “títulos”?. ¡Cuidado con la “titulitis”
La educación es la llave para abrir la puerta dorada de la libertad (Whasington Carve).