Autor: Cesar Benito Gonzalez.
Comienza un nuevo curso escolar y con él, un nuevo ciclo de la sección Servicios a la Comunidad en la Revista Digital del Portal de Educación de la Junta de Castilla y León. Pero no se trata de un curso normal. La sociedad en general y el sistema educativo en particular se enfrentan a los retos originados por la pandemia del COVID-19, con el confinamiento y la suspensión de la actividad educativa presencial como su consecuencia más relevante en lo educativo, que dejaron al descubierto las fortalezas y las debilidades del propio sistema. Ahora nos enfrentamos a un comienzo de curso incierto repleto de incertidumbres y recelos ante la situación sanitaria y las medidas para prevenir otro confinamiento.
En este contexto crítico de educación confinada emergió el papel incontestable de las nuevas tecnologías como medio de encuentro y comunicación y parte necesaria del proceso de enseñanza-aprendizaje, si ya no lo era antes…. También quedó patente, si no lo estaba ya antes, la relevancia del contexto familiar en el proceso educativo y como nexo de unión entre la escuela y el alumnado. La actividad docente se reinventó para adaptarse a las nuevas circunstancias y necesidades, y los y las docentes en su inmensa mayoría demostraron con su compromiso la importancia de la experiencia y del contexto escolar para el alumnado, que seis meses después se ha reincorporado a las clases con inusitada ilusión y muchas ganas de convivencia, a pesar de las restricciones y limitaciones de la era del COVID-19.
Pero como no puede ser de otra manera en esta sección, voy a centrar la atención en el profesorado de Servicios a la Comunidad, y especialmente en su trabajo orientado a la atención a la diversidad en los centros docentes que realiza como parte de los equipos y departamentos de orientación. Los y las PTSC han sido uno de los colectivos profesionales en los que más patente ha quedado la necesidad de la cercanía y el trato humano en la atención al alumnado con necesidades especiales y de compensación educativa y que ha situado en el centro del debate desde el principio la enorme brecha, no solo digital, existente entre el alumnado de los centros, como un reflejo fiel de la realidad social desigual e injusta en la que vivimos. No es nada nuevo. El alumnado objeto de nuestro trabajo cotidiano y sus familias necesitan del contacto directo con los y las profesionales como parte de la estrategia de trabajo, en la que se ponen en juego los sentidos como precursores de las emociones que hacen posible su vinculación e identificación con el sistema educativo, sus profesionales y su propio desarrollo y aprendizaje. No solo eso, sino que en muchos casos se trata de familias con pocas competencias sociales que, si en el trato directo son necesarias para lograr una comunicación efectiva, en el contexto virtual se hace imprescindibles. La enseñanza confinada implica ciertos conocimientos técnicos que todavía no están universalizados y el uso de un lenguaje específico y unos códigos para los que muchas familias no están preparadas. Debemos además tener en cuenta que en muchos casos existe una barrera física para el acceso a la enseñanza virtual por la carencia de los medios técnicos necesarios. En unos casos por falta de recursos económicos para poder costear los terminales necesarios, el precio de una línea,… En otros casos por las limitaciones de conectividad de ciertos territorios.
La pandemia y sus graves consecuencias humanas, sociales y económicas, no han hecho más que sacar a la luz las desigualdades, que con el trabajo cotidiano en los centros y con las familias se han podido afrontar con mayor o menor éxito, pero que en circunstancias excepcionales como las que hemos vivido han sido muy complicadas de detectar y resolver, a pesar del duro trabajo realizado en coordinación con los centros educativos, sus equipos docentes y directivos y los servicios sociales.
Esto ha supuesto que las necesidades básicas de muchos escolares hayan quedado descuidadas. Y en algunos casos más dramáticos, los menores han perdido con el confinamiento el factor de protección que supone la asistencia a la escuela quedando expuestos a situaciones de desatención o incluso, de malos tratos.
Comienza ahora un curso, como he dicho, incierto; y con él, el mayor reto al que se ha enfrentado el sistema educativo en décadas. Restaurar las pérdidas ocasionadas por tantos meses de ausencia de las aulas y poner en marcha en un tiempo record un sistema que sea capaz de cumplir con las exigencias sanitarias para evitar más contagios y con las propias de la enseñanza confinada.
Pero ¿se ha previsto la manera de mantener cubiertas las necesidades del alumnado más vulnerable en un contexto de confinamiento? ¿se han establecido estrategias de formación y los recursos necesarios para las familias con mayores dificultades para el acceso a la educación virtual? ¿se han reforzado las plantillas de los PTSC en los centros educativos para el trabajo presencial y/o virtual con este alumnado y sus familias? No hay ninguna duda del papel que juega el sistema educativo en la instrucción y formación académica en la sociedad; pero para que los centros puedan cumplir además con su labor a favor de la justicia y la igualdad, se deben implementar y dotar programas y recursos que den respuesta a todas las necesidades y carencias que ha evidenciado la pandemia.
César Benito González es PTSC en el IES Río Duero de Tudela de Duero (Valladolid)
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