Autora: Rosa Fernández Pérez.
“La vida líquida es una vida precaria y vivida en condiciones de incertidumbre constante”
-Zygmunt Bauman, Vida Líquida
Inauguramos la andadura de “un compromiso para la sostenibilidad”.
Comenzamos esta sección con la pregunta: ¿Qué es la sostenibilidad o desarrollo sostenible?
Estamos en un tiempo donde muchas palabras cambian de contenido en función del informador. Por eso, vamos primero a determinar la sostenibilidad a la que nos referiremos en este espacio de reflexión. La sostenibilidad es la “satisfacción de las necesidades actuales sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer las suyas, garantizando el equilibrio entre crecimiento económico, cuidado del medio ambiente y bienestar social”. (Informe Brundtland, 1987). De aquí nace la idea del desarrollo sostenible, como aquel modo de progreso que mantiene este equilibrio. Distingamos “desarrollo” de “crecimiento”. El crecimiento tiene un fundamento, más bien, cuantitativo y el desarrollo uno cualitativo.
Aclarados los términos, analicemos esta sociedad en la que habitamos. Un mundo globalizado, con fronteras difusas, a la vez que individualismos; tecnologías sofisticadas que favorecen, a la vez que dificultan, nuestra vida diaria; numerosos avances científicos que no evitan devastaciones ambientales (tsunamis, huracanes, inundaciones, fuegos incontrolados, contaminaciones fluviales y marinas, etc…); una etapa de gran desarrollo industrial que no evita el hambre ni la pobreza; grandes gobiernos, empresas y economías modernas que proporcionan mayores desigualdades económicas y de derechos; vidas con sensación permanente de inseguridad; Gobiernos sin rumbos claros, …
Con este panorama, lideres públicos y privados se han reunido y lo siguen haciendo, para tratar el tema de una vida “sostenible”. Numerosas Cumbres Mundiales, Acuerdos, Reuniones multilaterales se han ido sucediendo a lo largo de los años, para hablar sobre el “desarrollo sostenible”. El último de ellos adoptó los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS). Según el economista Jeffrey Sachs, los ODS “suponen el cómo usar nuestra comprensión de las interacciones entre la economía, la sociedad, el medio ambiente y el gobierno para determinar el mejor modo de crear sociedades prósperas, inclusivas, sostenibles y bien gobernadas”.
El desarrollo sostenible tiene este aspecto multidisciplinar de lograr una sostenibilidad económica, social y medioambiental. Además de esto, en los últimos años, las agendas mundiales introducen la expresión de “buen gobierno”, como elemento impulsor de esta sostenibilidad. Esta expresión no se dirige únicamente a las a políticas públicas, sino también de las privadas, poniendo el énfasis en las multinacionales.
Pero ¿que tienen que ver las empresas multinacionales en el desarrollo sostenible?
Una empresa transnacional o multinacional es aquella que está constituida por una sociedad matriz, creada de conformidad con la legislación del país en que se encuentra instalada, que se implanta, a su vez, en otros países mediante Inversión Extranjera Directa, sin crear empresas locales o mediante filiales que se constituyen como sociedades locales, conforme a la legislación del país destino de la inversión. En 2007, según la UNCTAD, había 79.000 empresas transnacionalesen todo el mundo, que a su vez controlaban 790.000 compañías filiales. En el 2010, había 80.000 empresas transnacionales en todo el mundo, que controlaban 810.000 compañías filiales.
Estas multinacionales pueden actuar simultánea o sucesivamente en la economía real y en la especulación financiera, en la producción, en el comercio y en los servicios. También, por distintas razones, suelen cambiar de localización territorial y de nombre. Su poder económico altísimo y supera al poder de muchos Estados. Pero no solo tienen poder económico, sino político (estrechas relaciones con gobernantes de diferentes países), influyen en la información, marketing, cultura, el consumo, etc, … Estas empresas ya no producen, solo gestionan directamente las actividades estratégicas y subcontratan casi todos los procesos, dirigiéndose a países con legislaciones laxas en temas laborales y medioambientales, sobre todo.
“Una de las empresas que más recurre a la externalización es la norteamericana Nike, que subcontrata empresas en todas las etapas de su producción. Nike, en realidad, lo único que hace es «producir» una marca. Las condiciones para otorgar licencias de esta firma son «la buena productividad» y que «sus trabajadores y trabajadoras no hagan huelga». Esto explica que el coste de mano de obra del precio final del producto suponga menos de un 1% para Nike, un porcentaje infinitamente inferior al que se gasta en concepto de publicidad. (Verger,A, 2003-Libro:“El sutil poder de las transnacionales”).
Las reglas del libre mercado favorecen a estas multinacionales, creando grandes monopolios, acumulando grandes cantidades de capital y, al mismo tiempo, bajos sueldos para los trabajadores, degradación de la biodiversidad y del medio ambiente, desregularización en el mercado, desigualdades sociales, marcos legales afines a sus intereses, entre otros.
Con este panorama globalizado, unido a denuncias por explotación infantil, catástrofes ambientales, contaminaciones de ríos,…, determinaron que organismos internacionales y la propia ciudadanía comenzaran a demandar cambios legales y éticos en estos tipos de negocios. En los años 90 nace la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) como herramienta para disminuir la huella negativa de las empresas sobre los derechos sociales, laborales, el medioambiente y en definitiva, sobre los Derechos Humanos. La Responsabilidad Social Corporativa (RSC) es una forma de dirigir la empresa basada en la gestión de los impactos que su actividad genera sobre sus clientes, empleados, accionistas, comunidades locales, medioambiente y sobre la sociedad en general. La RSC comporta compromisos éticos objetivos para las organizaciones que los contraen.
Pero esta cuestión se tratará en profundidad en la siguiente entrega.
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