Autora: Esther Soria Aldavero.
Hemos atravesado y seguimos afrontando una difícil y dolorosa situación sanitaria, educativa. económica y social. Es un hecho el diverso contagio emocional de diferentes tendencias que se ha dado durante el tiempo de confinamiento e intento de recuperación posterior, demostrando una vez más que somos seres sociales, y parece un buen momento, escuchando las intervenciones de nuestros responsables políticos, para introducir una realidad que evidencias científicas ratifican cada día con más estudios, como los realizados por Rafael Bisquerra en su libro Política y emoción, y que los ciudadanos también debemos conocer.
Muchos expertos en Educación Emocional coinciden en que un estímulo o situación es valorado en función de cómo afecta a nuestra supervivencia y/o bienestar (lo que a su vez depende de nuestra escala de valores vitales), y según esta afectación, se activa una respuesta emocional cognitiva, neurofisiológica y comportamental que de forma rápida y casi inconsciente genera emociones positivas o negativas, según generen mayor o menor bienestar (porque todas son funcionales, buenas, necesarias e importantes) que predisponen a la variada acción.
Este libro genera reflexión en torno a diferentes contenidos. Uno de los que podría ser considerado más preocupante es el clima emocional negativo que vemos y escuchamos en las tertulias y debates políticos: pisarse el turno de palabra, elevar el tono, descalificarse, evadirse con otros temas o excusas, ataques personales, sarcasmo y desprecio verbal, facial y visual… un largo listado que genera desencanto en la ciudadanía, pérdida de credibilidad y escepticismo en la política, por encima de las personas concretas que participen en estas dinámicas y posiciones.
Sin embargo, sorprende leyendo este libro descubrir que suele mantenerse la confianza, integridad y fidelidad a un partido -y posterior voto- por encima de la persona que en un ciclo o momento lo represente. Existe realmente este desencanto y escepticismo ante los políticos, y puede comprobarse el mal ejemplo que suele verse en competencia emocional en tertulias televisadas o presenciales… Las emociones generan un alto impacto y predisponen a muchas sensaciones negativas de amenaza, desconfianza, miedo, ansiedad, frustración, ira, tristeza… pero también predisponen a la acción y permanecen en la memoria durante mucho tiempo, pudiendo evitarse la sensación de indefensión o “esterilización cognitiva”. La interacción entre procesos cognitivos y sociales estimula la creatividad productiva y superar las crisis.
Esta realidad es que las emociones tienen una dimensión social, dedicándose el concepto sociogénesis a estudiar cómo surgen las emociones colectivas, procurando difundir sus resultados para crear una ciudadanía crítica, que no permita que la manipulen, o al menos, no tanto.
Los partidos políticos toman nota de estas investigaciones y recurren a expertos que asesoren sus diferentes actuaciones. Algunas, positivas, como mostrarse cercanos e inclusivos ante la sociedad, creando difusión en formato de lectura fácil https://www.plenainclusion.org/informate/actualidad/noticias/2019/cuatro-partidos-politicos-tienen-sus-programas-en-lectura-facil que seguro garantiza el derecho al voto con más garantía y vinculación emocional. Otras, destinadas a modificar nuestra toma de decisiones y percepción sobre su competencia e integridad, restauración de su reputación tras sucesos significativos, etc.
Bisquerra considera que una ciudadanía formada en educación emocional va a estar mejor preparada para afrontar los retos que se plantean en situaciones de tensión política, protesta, transiciones o traumas políticos. La educación emocional se torna una vez más como factor importante en la construcción del bienestar personal, pero también social, incluyendo las dimensiones política, comunitaria e interpersonal.
Bisquerra (2009) habla también de principios morales, cómo una acción es buena o mala en la medida en que provoca emociones de aprobación o desaprobación en los observadores. La emoción depende más de la valoración que hace el sujeto de su entorno que de la realidad del entorno en sí misma. Reconocer las causas emocionales del conflicto puede servir para prevenir y contribuir el adoctrinamiento que se da, por ejemplo, en organizaciones y actividades terroristas.
El mencionado experto reflexiona sobre cómo en las declaraciones de los políticos las reacciones no dependen tanto de lo que dicen o hacen, sino de las relaciones que mantienen los receptores del mensaje con el protagonista del comentario. Debemos evitar por tanto caer en la valoración sesgada, y en no dejarnos manipular (ojo, intenta captar mi voto, pero no me hagas perder mi seguimiento y opinión objetiva sobre ti, lo que digas, y sobre todo, lo que hagas)
Una crisis es en realidad un hecho objetivo, pero es una definición subjetiva de una situación disruptiva. Respecto a las transiciones políticas y revoluciones, Bisquerra explica que son las expectativas frustradas y la ira las que activan la revolución. He aquí un ejemplo de emoción negativa como la indignación, que parte de una falta de bienestar pero puede movilizar a la persona a realizar acciones positivas para superarla y alcanzarlo). Los climas emocionales sociales estimulan la creatividad productiva, las emociones colectivas que contribuyen a superar la crisis, porque emoción y motivación, son indisolubles. Y esto también los saben los políticos, que a través de la prensa y otros medios de difusión realizan discursos emocionales (en ocasiones largos hasta producir desgaste y desconexión atencional) que buscan reconfigurar la esfera pública emocional. Esto está relacionado con la manipulación, el trauma, y lo que se llama “política del miedo”.
Este autor propone además la existencia de una transmisión intergeneracional del trauma (realidades reconstruidas de forma retroactiva), visibilizando cómo una opinión sesgada por la emoción de un familiar o persona que relata un acontecimiento puede tener más peso que las evidencias científicas de un hecho (efecto y persistencia de cómo un familiar cuente un suceso).
Puede haber un trauma psicológico colectivo dentro de estos contagios emocionales. La política del miedo activaría el pensamiento de estar en situación de riesgo, vulnerabilidad y amenaza constante. Para generar la protesta política, los movimientos sociales utilizan sus recursos y creatividad para convertir la ira individual en emociones colectivas que promuevan la reivindicación masiva. Indignación, identificación, sentimiento de pertenencia, solidaridad, participación y catarsis colectiva son algunos conceptos que este libro desarrolla.
Es un hecho el contagio emocional y clima social que se está dando estos días. Las emociones tienen una dimensión social (sociogénesis), y por ello es importante y se requiere una ciudadanía activa y crítica que no permita que le manipulen. Sin duda, los psicólogos han entrado en los equipos de gobierno, porque ya no existe alexitimia política (incapacidad para identificar, describir y diferenciar emociones), sino líderes, muchas veces, y en mi opinión personal, que de forma artificial se encargan de verbalizar y apoyar la empatía y emociones que consideran la sociedad tiene y espera de ellos. Supongo que esto tiene su parte pedagógica a nivel emocional, esperando que ahora se acompañe este interesante y positivo discurso emocional, que seguro que no dudo en casos es sincero, con hechos y compromisos que consoliden esa valoración y apoyo creado, para mejorar con hechos y cambios demostrados lo que nos causa altibajos emocionales.
El bienestar emocional debería ser un objetivo de la política, y cualquier tipo de violencia y discurso que no lo fomente podría ser considerado un fracaso de la misma. Mientras tanto, actuemos activamente para escuchar, filtrar e interpretar de forma más objetiva la intención, forma y contenidos de muchos de los discursos que los políticos, junto a sus asesores, preparan para nosotros. Nuestra toma de decisiones será más consciente y acertada en base a la coincidencia que establezcamos objetivamente entre lo que consideramos importante, sus palabras y acciones.
Imágenes:
- Bisquerra, R. (2017) Política y emoción. Madrid. Ediciones Pirámide.