Autora: Mª Carmen Martínez Magaña.
Durante este proceso de vuelta a las aulas una de las mayores preocupaciones de, docentes y familias, ha sido la seguridad de todos. Una de las observaciones más redundantes de los primeros días ha sido la tristeza reflejada en los ojos del alumnado. Alumnos y alumnas que se han adaptado de forma veloz a los cambios. Rapidez que ha podido implicar un descuido del acompañamiento emocional.
Han aumentado los casos de ansiedad, depresión, tristeza y consumo de ansiolíticos en adultos, adolescentes y niños. Es una noticia que venimos escuchando de forma reiterada en los medios de comunicación y que no deberíamos obviar.
¿Cómo afrontar a nivel emocional este cambio de estilo de vida? ¿Cómo ayudar a nuestro alumnado a gestionar estas emociones? ¿Cómo hacer para que niñas y niños se sientan más incluidos que nunca dentro de la diversidad que todos compartimos?
Comenzaremos diferenciando conceptos. Hemos de tener claro que emoción no es igual que sentimiento.
Una emoción es una reacción psíquica y fisiológica a algo que nos sucede. Se produce de forma automática y espontánea. Su carácter es transitorio y nos impulsa a llevar a cabo una acción. No podemos olvidar que las emociones se observan externamente. Son más intensas que los sentimientos, aunque su durabilidad, en el tiempo, es menor.
Las emociones, no son buenas o malas, simplemente son agradables o desagradables. Son innatas a la naturaleza humana y, por tanto, determinan nuestras actuaciones, decisiones y relaciones.
Un aspecto esencial para avanzar y mejorar es la educación de las emociones.
¿Cómo definimos la inteligencia emocional?
La inteligencia emocional es la habilidad para percibir, valorar y expresar emociones con exactitud; la habilidad para acceder y generar sentimientos que faciliten el pensamiento; la habilidad para comprender emociones y el conocimiento emocional y la habilidad para regular las emociones promoviendo el crecimiento emocional e intelectual (Mayer y Salovey, 1997).
¿Qué emociones tenemos? ¿Cómo descubrirlas?
Una actividad interesante para llevar a cabo en las diferentes etapas educativas y con todos nuestros alumnos y alumnas podría ser una cadena de favores.
¿En qué consiste?
Organizaremos un listado del aula donde cada alumno hará un favor al siguiente. Una vez terminada la acción el alumno o alumna grabará un audio o pondrá por escrito cómo se ha sentido: antes, durante y después del favor realizado. Cuando la cadena haya finalizado realizaremos un debate en tutoría para poner en común esas emociones que sentimos.
Es vital realizar una llamada de atención a nuestra lengua corporal durante este debate. Nuestro cuerpo habla por nosotros y es importante ser consciente de ello. Mirar a los ojos de aquel que nos comunica un mensaje, mostrar una postura receptiva o una sonrisa nos harán más empáticos para aquel que nos transmite sus mensajes. Lograremos de esta manera no solo un éxito en la comunicación sino una garantía de conexión emocional.
Para esta dinámica nos hemos inspirado en Pay It Forward, la novela de la escritora Catherine Ryan Hyde. Su libro fue utilizado para el guion de la película Cadena de favores, dirigida por Mimi Leder, donde un niño imagina un curioso sistema para mejorar el mundo; hacer favores desinteresadamente. Para sorpresa de todos, la generosa propuesta causa furor entre la gente.
Autora: M. Carmen Martínez Magaña