MINDFULNESS EN EL AULA

2 Enero 2022 1

Autora: Mª Carmen Martínez Magaña.

Mindfulness nació en un ambiente palaciego hace más de 2500 años. Fue Siddharta Gautama, o Buda, quien cansando de una vida de comodidad y rutina terminó por sentirse también agotado por el sufrimiento. Por ello, decidió iniciar una vida de meditación y autoconocimiento. Sus conocimientos se fueron transmitiendo de boca en boca y forman la base y pilares del mindfulness.

La necesidad de conectar con nuestras emociones, positivas o negativas, el ser y estar consciente en el momento presente, el autoconocimiento, la gratitud, la autocompasión y el no juzgar, son aspectos clave de esta disciplina, que nos ayuda a mejorar nuestra actividad mental. En este punto radica su importancia y relevancia para nosotros, los docentes, puesto que, es una corriente que deberíamos conocer y llevarla a nuestras aulas.

Son muchas las universidades que han realizado estudios sobre esta disciplina. Concretamente el departamento de Neurología de la Universidad de Standford (EE UU.), ha podido constatar que la meditación como práctica continuada produce:

Cambios a nivel cerebral provocando que determinadas zonas crezcan o se transformen.

Aumenta la materia gris de la zona prefrontal. Este punto está relacionado con la memoria funcional. Por lo que las personas que practican mindfulness manifiestan mayor facilidad para memorizar.

Se desarrolla la ínsula y la corteza somatosensorial haciendo que se potencie la consciencia interna y externa del cuerpo.

Se modifica la zona cerebral relacionada con tareas cognitivas superiores, como el razonamiento o la atención.

Se incrementa la creatividad.

Se favorece la salud mental y se producen cambios conductuales ya que con mindfulness se promueve el sentimiento de compasión, aumenta la capacidad de calmarnos y mejora la resiliencia.

Se reduce la incidencia de depresión y estrés.

Aumenta la empatía, reduce el envejecimiento y nos protege del riesgo de demencias.

Para iniciarse en el mundo de mindfulness existen en el mercado numerosos cursos, libros, webs o aplicaciones que pueden ayudarnos. Podría ser interesante consultar libros, como: ‘El cultivo de la consciencia y la atención para profesores y alumnos’ de Daniel J. Rechtschaffen, o páginas web, como: https://olgasacristan.com/ donde podemos encontrar materiales gratuitos y descargables para trabajar mindfulness de forma secuencial.

Algunas ideas para llevar al aula pueden ser:

Dedicar al inicio de la clase unos minutos para tomar conciencia de nuestra respiración. Respirar es algo natural que hacemos unas 20000 veces al día.

Respirar, de forma consciente, nos ayuda a conectar con nosotros mismos y a intentar alejar pensamientos negativos. Llevar nuestra mente y atención únicamente a la respiración y las sensaciones que ésta nos regala. No importa si la mente se va a otro lugar. Indicar a los alumnos que es algo normal. Que no se preocupen e intenten volver a concentrarse en la respiración.

No hay respiraciones buenas ni malas. Hay que encontrar el ritmo que a cada uno le facilita la calma.

Si algún alumno encuentra dificultad únicamente en respirar podemos pedirle que tome aire y cuando vaya a soltarlo junte el dedo pulgar, de su mano dominante, con el índice. Volverá a inspirar y cuando espire debe juntar el pulgar con el dedo corazón y así, de forma sucesiva.

Analizar la variedad de emociones que se pueden sentir. Alegría, tristeza, rabia, calma, angustia, optimismo, miedo, envidia, terror, satisfacción, timidez, sorpresa, culpa, alivio, etc. Hay veces que los alumnos conocen e identifican únicamente las emociones más comunes y hay sentimientos que sienten y no reconocen.

El ampliar el conocimiento de las emociones puede ayudarles a identificar sus efectos y sensaciones. Las emociones pueden ser buenas o malas y la dificultad está en lidiar con ellas. Conocerlas nos ayuda a gestionarlas mejor.

Podemos hacer un bote o tarro de la calma para visualizar como nos encontramos internamente en una situación de emociones descontroladas reconociendo, lo importante y vital, que es poder tener estrategias y conocer técnicas que nos ayuden a volver a la calma.

Autora: Mª del Carmen Martínez Magaña

Imagen: Pixabay

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La educación es un derecho básico. Como tal viene recogido en la Constitución, por tanto, toda persona debe contar con una respuesta educativa de acuerdo con sus necesidades permitiéndole, así, ser un ciudadano de pleno derecho en nuestra sociedad.

Los docentes tenemos en nuestras manos edades que forjan al futuro individuo. Adaptarnos a él y sus circunstancias forma parte del proceso educativo. No siempre es fácil, pero hay que esforzarse en este camino hacia la atención a la diversidad e inclusión educativa.

No debemos olvidar que toda diversidad es fuente de enriquecimiento y aprovecharla está en nuestra mano.

¿Qué podemos hacer desde nuestras aulas?

Interesarnos y preocuparnos por la salud emocional de nuestro alumnado es clave para conectar y poder iniciar un trabajo significativo. Además, existen diferentes medidas de adaptaciones curriculares que pueden suponer la diferencia entre alcanzar, o no, los objetivos del curso.

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