Autor: Bruno Marcos Carcedo.
INTRODUCCIÓN
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Uno de los temas que mejor puede relacionar el mundo de la imagen actual en todos sus campos con el currículo educativo de distintas áreas y niveles es el del color.
Desde diferentes perspectivas y a distintas edades es abordado en la enseñanza, por supuesto en la educación artística de los primeros años del niño, luego en la educación plástica, visual y audiovisual de la etapa secundaria obligatoria, también en las enseñanzas artísticas de grado medio o superior, y en el bachillerato artístico; pero además se estudia como fenómeno natural desde áreas como la física o la biología.
Muchas veces echamos en falta los vínculos necesarios entre el mundo contemporáneo y la materia teórica de los estudios de la enseñanza reglada. Ya hemos comentado en esta sección la existencia de una falta de encuentro entre las programaciones de los museos y las de los centros educativos. Vamos a intentar buscar puntos de encuentro entre ambas.
Uno de estos posibles caminos de confluencia es el del tema del color que vamos a tratar a través de cuatro casos concretos de estudio en obras artísticas actuales.
AZUL KLEIN
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El color es una experiencia de la luz. Sabemos que el rayo blanco contiene los colores del arco iris y que estos se manifiestan al atravesar un prisma de vidrio o agua, gotas de lluvia por ejemplo. Llamamos espectro cromático a ese haz de siete colores, es un espectro porque es inmaterial como los fantasmas, no lo podemos tocar, es luz de color, por lo tanto imagen.
El rayo blanco al chochar sobre la superficie de las cosas deja parte de su color en ellas reflejando el color que las determina. La manzana no es roja porque absorba ese color sino al contrario: es roja porque se queda con todos los colores menos con el rojo al que deja marchar hasta nuestros ojos.
Creemos que las cosas son de un color determinado sin pararnos a pensar que todos los colores que percibimos dependen de la luz y la luz varía constantemente y de formas infinitas. ¿Qué ocurriría si la luz natural no fuera solar? ¿Si el sol no fuera amarillo sino azul? Toda nuestra percepción del mundo cambiaría, todas las cosas sería de colores diferentes. El artista Yves Klein, en los comienzos de los años sesenta del siglo pasado, inventó su propio color, lo patentó bajo la marca IKB (International Klein Blue); es el Azul Klein, único, se parece al azul ultramar pero no es azul ultramar… Con él cubrió no sólo cuadros sino todo tipo de objetos, incluso una pequeña reproducción de la famosa escultura griega la Victoria de Samotracia… Y aún fue más allá: pintó con su azul cuerpos vivos que dejaron su huella corporal sobre lienzos en sesiones a medio camino entre el concierto, la danza y la pintura…
Pero, ¿qué pretendía Klein? Desde luego lo que produjo fueron imágenes que, siendo monocromas, ponen al color en primer plano y nos presentan una realidad transformada. Cambiando el color de las cosas se produce un efecto creativo y se potencia nuestra percepción de él y se valora más su importancia. Además, las obras azules de Klein nos proporcionan impresiones irrepetibles, no veremos otro azul igual más que en sus obras. El azul de Klein habla de la posibilidad de estetizar la experiencia visual de forma sencilla y eficaz, volver algo maravilloso y único.
VÍDEOS ‘ANTROPOMETRÍAS’
http://www.yvesklein.com/es/oeuvres/serie/1/antropometrias/?of=6