Autor: Jose Luis Garcia-Ochoa Martín-Forero.
Es muy habitual que al poco de comprarnos un ordenador consideremos que no va lo suficientemente rápido. Del mismo modo, los ordenadores con varios años también nos parecen que no van suficientemente rápidos y pensamos en cambiarlos.
Ahora bien, antes de pensar en realizar un desembolso para comprar un nuevo equipo, tenemos varias opciones que nos van a permitir dar nueva vida a nuestro ordenador. A lo largo de tres artículos lo iremos viendo.
En este primer artículo nos vamos a centrar en la opción más barata y por otra parte la que mayor mejora produce, y es cambiar nuestro disco duro magnético por los nuevos discos SSD.
Diagrama con las deferentes celdas dependiendo del tipo de disco SSD
Para entender la mejora que los discos SSD (Solid State Drive) aportan sobre los discos habituales, tenemos que saber que mientras nuestro disco duro magnético tiene partes mecánicas, que básicamente son las que ralentizan la lectura y escritura, los discos SSD no las tienes, siendo todas electrónicas. Los archivos se guardan en celdas semiconductoras al estilo lo que sería una unidad USB. Al no tener partes móviles el ruido es nulo, y de la misma forma, reduce también el consumo de energía. Por otra parte, son más caros que los discos habituales.
Dentro de los discos SSD tenemos varias tecnologías:
SLC: Celda de un único nivel. Por cada celda sólo podemos guardar un bit. Las ventajas de esta tecnología es que es más rápida, tiene menos fallos y es más duradera, pero en cambio tiene una capacidad menor y es más cara.
MLC: Celda de múltiples niveles. En este caso por cada celda tenemos dos bits. Lo que se consigue en este caso es mayor densidad de información y menor precio, sin embargo, es menos fiable.
TLC: Celdas de triple nivel. Es la tecnología utilizada habitualmente, en este caso por cada celda podemos guardar hasta tres bits, lo que redunda en una bajada considerable de precio.
Además, tenemos que elegir entre los interfaces para conectar el disco duro, SATA o M2. El SATA es el más extendido y que vamos a poder encontrar en cualquier ordenador que queramos ampliar, sin embargo, da una velocidad máxima de 600 MB/s.
El interfaz M2 se tiene que conectar directamente a una de las ranuras de expansión PCI Express, y no todas las placas son compatibles. Sin embargo, permite mayor velocidad. Es importante saber si nuestra placa admite esta interfaz o no antes de comprarlo.
Disco duro SSD con conexión M2.
Si nuestro equipo soporta conexión M2, es recomendable que el disco duro cuente con tecnología MVMe. Esta tecnología es específica para este tipo de conexión, la conexión SATA no la soporta, y permite una mejora en la velocidad, así como un mejor funcionamiento cuando el equipo entra en hibernación.
Concretando, si nuestro equipo dispone de conexión NVMe y podemos permitírnoslo, la solución óptima es un disco duro SSD con este tipo de tecnología. Si, por las circunstancias que sean, no podemos, elegiremos un disco SATA.
Disco duro SSD con conexión SATA
En cuanto a precios, en una misma marca un disco duro SSD SATA de 1TB puede costar en torno a 100 euros, mientras que un M2. puede valer un 50% más.
Por último, qué deberíamos instalar en este disco duro. Puesto que lo normal es que el equipo tenga un disco duro antiguo, si el equipo lo permite, mantendremos los dos discos duros. En el SSD instalaremos el sistema operativo y las aplicaciones, mientras que en el disco magnéticos podemos guardar los documentos, fotos, las carpetas que tenemos en Google Drive, Dropbox, etc.
¿Por qué se hace esa división? Porque la gran pega de los discos SSD es que, si fallan, es casi imposible recuperarlos, al contrario que un disco magnético que con las herramientas adecuadas se puede hacer, con lo que, siempre que se pueda, se debe tener una copia de nuestros documentos en una ubicación adicional.
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